"""
Usando su velocidad y las densas sombras del Bosque Oscuro, Zion y su equipo se movían como fantasmas, ocultos a la vista. Zion, con su pelaje negro como la medianoche, era prácticamente invisible en la oscuridad, permitiéndoles pasar desapercibidos ante los vampiros.
Pero la tarea estaba lejos de ser fácil. Zion tenía que mantener una vigilancia constante —sus ojos agudos seguían tanto el campo de batalla como la fortaleza en la distancia para asegurarse de que ningún vampiro notara su aproximación.
Una vez que estuvieron a una distancia segura, el equipo volvió a sus formas humanas. En silencio, se vistieron y se pusieron capas encantadas tejidas con magia de ocultamiento, diseñadas específicamente para suprimir su presencia.
Los hombres lobo podrían depender del olfato para detectar intrusos, pero los vampiros eran diferentes. Sus sentidos eran inquietantemente refinados, casi como antenas —capaces de captar los sonidos más débiles, el más ligero cambio en la energía.