El grupo observó cómo los miembros de la pandilla se acercaban lentamente, con amplias sonrisas, armas en mano y oscuras risas retumbando desde sus gargantas.
Los recuerdos de todas las películas de crímenes que habían visto alguna vez inundaron sus mentes. El escenario, la atmósfera, todo se sentía demasiado real.
Si sus cuerpos fueran abandonados en un lugar como este, podrían pasar semanas antes de que alguien los encontrara, si es que alguien los encontraba.
—Oye, chico, tienes un plan, ¿verdad? —susurró Steven con urgencia—. ¿Verdad? ¿Sabías que existía la posibilidad de que se volvieran contra nosotros cuando mencionaste tener esa cantidad de dinero?
—Sí —dijo Max con calma—. Tengo un plan.
Steven y Joe exhalaron aliviados.
—El plan son ustedes —añadió Max, mirándolos—. Ustedes son mis guardias, ¿recuerdan?
Ese no era el plan que habían esperado.
Y ya era demasiado tarde. Los miembros de El Pozo atacaron.