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Fracaso. Fracaso. Y fracaso otra vez. Tantas veces, Aron había fallado en proteger a Max, en hacer lo único que había jurado hacer.
Había muchas razones detrás de ello. Parte era por el mismo Max, siempre interviniendo y evitando que Aron actuara. Pero por primera vez, Max había pedido su ayuda.
Estaba aquí ahora para hacer precisamente eso, ayudar a Max, y castigar a aquellos que lo habían castigado. Aquellos que lo habían herido. Aquellos que habían derramado su sangre.
Había sido difícil para Aron relacionar a estos estudiantes de secundaria con el dolor de Max, hasta que lo escuchó directamente de la boca de uno de ellos.
Su visión se estrechó mientras la rabia crecía dentro de él. Otro cuchillo fue lanzado en su dirección, y sin pensarlo, lo atrapó en el aire, justo por el mango.
—¿Oh? —Snide dejó escapar una risa nerviosa—. Buena atrapada.