Lobo, Max, Na y Dud habían regresado a la base del hangar de los Cuerpos Rechazados.
Después de llegar en uno de los sedanes con cristales oscuros, les dijeron que esperaran afuera mientras se hacían los preparativos en el interior. Eso dejó a Lobo y Max de pie justo fuera de la amplia entrada industrial, rodeados por un despliegue de actividad, carga siendo transportada, hombres moviendo suministros y vehículos alineados como un ejército privado.
Les dio un raro momento de tranquilidad. Solos, uno al lado del otro, simplemente observando todo.
—Vaya —murmuró Lobo, su voz llevando un toque de admiración mientras lo asimilaba—. La cantidad de miembros que tienen... es mucho más de lo que esperaba. ¿Y la base? Es enorme. Ostentosa, también. Empiezo a preguntarme si esa tarifa doble que me ofreciste sigue siendo suficiente.
Max le lanzó una mirada de reojo.
—Ni lo pienses. Ni siquiera sudaste allá afuera. Y sabes que trabajos como este no aparecen cada semana.
Lobo se rio.