Por todo Notting Hill, en chats grupales, foros en línea y conversaciones dispersas durante el almuerzo, un solo nombre seguía apareciendo entre los adolescentes:
Bloodline Mercancía.
Ya no era solo una marca. Era algo más.
—Oye, ¿has notado que todos están usando esas cosas de Bloodline últimamente? —preguntó un chico, girando su teléfono en la palma mientras se recostaba en un banco del parque.
—Sí, lo he visto por ahí. Bastante, de hecho. Debe ser algún lanzamiento nuevo de una marca de ropa urbana o algo así.
—Escuché que contrataron a un montón de influencers locales para promocionarlo. De los auténticos. De por aquí.
—Eso explica el bombo. Pero ya sabes cómo son estas cosas. Probablemente otra creación de la industria. Ahora está de moda, luego será basura.
—Pensé lo mismo —intervino otro chico—, pero sus precios no son una locura. No intenta ser de diseñador ni exclusivo. Solo... precios normales. Como del nivel de Nike.
—¿En serio? Déjame ver.