—Espera, ¿por qué soy yo el Ranger Rosa? —preguntó Jay de repente, clavándose el pulgar en el pecho.
Joe sonrió como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Vamos, hombre. Sabes que Max está obsesionado con ese viejo programa, ¿cómo se llamaba? ¿Bower Bangers? No, espera, ¿Bower Rangers? Ugh, eso suena mal...
Arrugó la cara y sacudió la cabeza.
—Como sea. Entiendes lo que digo. Solo había tantos colores, y tú, mi amigo, eres Rosa. Porque en el fondo, eres un sentimental.
Jay levantó una ceja.
—He visto ese programa. ¿Y no son los Rangers Rosa y Amarillo, como... siempre chicas?
Joe se encogió de hombros.
—¿Y? Solo son colores, hombre.
—Pero...
—Y aunque sean chicas —interrumpió Joe—, acabas de contarnos sobre tu hermana pequeña. Apuesto a que Rosa era su favorito. Así que, ¿ser el Ranger Rosa? Eso solo significa que eres a quien ella admiraría. Su héroe.
Jay parpadeó.
La lógica era extrañamente sólida. Extraña... pero algo dulce.