Un Estudiante Super

El trabajo del fin de semana había terminado antes de lo habitual. El sol aún colgaba bajo en el cielo, derramando luz dorada sobre los edificios. Sin prisas. Sin amenazas. Solo Max y Lobo caminando uno al lado del otro por la calle principal, dirigiéndose hacia la estación de tren.

Era uno de esos raros momentos tranquilos, el tipo donde la gente deja escapar cosas sin querer. Y Lobo, como siempre, aprovechó la oportunidad para indagar.

—Has mejorado mucho peleando —dijo Lobo, con las manos detrás de la cabeza como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo—. No, espera, eso no es del todo correcto. Es como si ya supieras pelear, pero tu cuerpo no podía seguir el ritmo. Ahora está empezando a ponerse al día.

«Este tipo lo entiende», pensó Max. «Su lectura es aterradoramente precisa». Y honestamente, no estaba equivocado.