El Dolor Secreto de una Madre y un Plan Desesperado

El coche de Liam se detuvo frente a mi casa, el motor ronroneando suavemente antes de que lo apagara. El silencio que siguió se sentía cargado de cosas no dichas.

—Gracias por traerme —dije, con la mano descansando sobre la manija de la puerta.

—Elara —la voz de Liam me detuvo—. ¿Estás segura de que estás bien? Todavía te ves pálida.

Forcé una sonrisa. —Solo estoy cansada. Nada que una buena noche de sueño no pueda arreglar.

Sus ojos escudriñaron los míos, poco convencidos. —Si necesitas algo...

—Lo sé —interrumpí suavemente—. Eres un buen amigo, Liam.

La palabra 'amigo' quedó suspendida entre nosotros, y me pregunté si había imaginado el destello de decepción en su expresión. Pero él asintió, con una sonrisa cálida.

—Envíame un mensaje cuando despiertes mañana —dijo—. Solo para saber que no te has desmayado de nuevo.