Un Texto Antiguo y una Verdad Prohibida

La biblioteca universitaria siempre había sido mi santuario. Las estanterías imponentes, el sutil aroma del papel envejecido y la atmósfera silenciosa creaban el escape perfecto del caos de las dinámicas de manada y el drama personal. Hoy, sin embargo, no estaba aquí para escapar—estaba buscando respuestas.

Mis dedos trazaban distraídamente la pequeña cicatriz en mi palma mientras me adentraba en la sección más silenciosa de la biblioteca. La disculpa de Rhys de nuestro encuentro en la recepción de la boda aún resonaba en mi mente. La forma en que sus ojos se habían suavizado cuando había dicho mi nombre en ese balcón, la rara vulnerabilidad que había vislumbrado—era confuso, por decir lo menos.

—Basta ya —me susurré, sacudiendo la cabeza—. No podía permitirme pensar en Rhys Knight y sus estados de ánimo impredecibles. Mi cuerpo todavía sufría por su rechazo, sin importar las palabras que ofreciera ahora.