Una Batalla de Voluntades

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Sentí que mis mejillas ardían mientras el comentario de Rhys quedaba suspendido en el aire. La forma en que lo había dicho —ese tono ronco en su voz— hizo que mi cuerpo reaccionara de maneras que intenté desesperadamente ignorar. Miré con determinación por la ventana, observando los árboles pasar borrosos mientras Ethan nos llevaba a casa.

—Amigo, estás hablando de mi hermana —gruñó Ethan desde el asiento del conductor.

—Hermanastra —corrigió Rhys con una sonrisa burlona que pude escuchar sin siquiera mirarlo.

El resto del viaje transcurrió en un silencio tenso. Cuando Ethan finalmente entró en nuestra entrada, prácticamente abrí la puerta del coche de golpe y salí corriendo hacia la casa.

—¡Oye, Elara, espera! —llamó Rhys, pero fingí no oírlo y me apresuré a entrar.