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Permanecí en silencio en el sedán de lujo de Orion, mi mente dando vueltas con el mensaje de Gideon. ¿Por qué Orion quería que me quedara con él más tiempo? El peso de su mirada descansaba sobre mí, paciente y sin exigencias, mientras el coche se deslizaba por las calles oscuras.
Cuatro años. Habían pasado cuatro años desde que había tropezado en el territorio de Storm Crest, rota y desesperada. Recordaba ese primer encuentro con el Alfa Orion Valerius—lo aterrorizada que había estado del notorio Alfa "chico malo" de la manada con sus ojos fríos y temible reputación. El hombre del que otras manadas susurraban en tonos bajos y temerosos.
Qué equivocados habían estado esos susurros.
El Orion que llegué a conocer no era nada como el monstruo que los rumores pintaban. Severo, sí. Poderoso, absolutamente. ¿Pero cruel? Nunca. No con aquellos que no lo merecían. No conmigo.
Mi corazón se encogió al recordar la noche de hace seis meses que había cambiado todo entre nosotros.