La Promesa de un Protector, El Dolor Invisible de un Rival

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Me recosté contra el asiento de cuero del coche de Alpha Orion, todavía temblando ligeramente. La costosa tela de su chaqueta envolvía mis hombros como un escudo, llevando su aroma—esa mezcla distintiva de sándalo, pino y algo únicamente suyo que se había convertido en sinónimo de seguridad en mi mente.

Cuatro años. Habían pasado cuatro años desde que había huido de la Manada de la Luna Plateada sin nada más que un corazón roto y sueños destrozados. Cuatro años desde que había llegado al territorio de Storm Crest, desesperada y sola. Cuatro años reconstruyéndome pieza a dolorosa pieza.

Y en esos cuatro años, Orion Valerius se había transformado del intimidante Alfa que me había concedido refugio a regañadientes a... ¿a qué? ¿Mi protector? ¿Mi amigo? ¿Algo más?