El calor de la mano de Rhys envolvió la mía mientras caminábamos por los jardines iluminados por la luna de la Manada Storm Crest. Habían pasado tres semanas desde aquel beso público en los campos de entrenamiento, y cada día traía una nueva revelación sobre el hombre en que Rhys se había convertido.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Rhys, su pulgar trazando círculos en el dorso de mi mano.
Le sonreí.
—Solo en lo diferentes que son las cosas ahora.
Sus ojos se suavizaron bajo la luz de la luna, dejando caer completamente la máscara de Alfa.
—¿Un buen tipo de diferente, espero?
—Un muy buen tipo de diferente —confirmé, apretando su mano.
Nos detuvimos junto al pequeño estanque donde los nenúfares flotaban pacíficamente en la superficie. Rhys me atrajo suavemente contra su pecho, rodeándome con sus brazos desde atrás. Me recosté en su calidez, permitiéndome disfrutar del simple placer de ser abrazada por él.