Miré fijamente las montañas que se difuminaban por mi ventana, apenas registrando sus majestuosos contornos mientras nuestro coche aceleraba por la sinuosa carretera. Tres días lejos de Elara se sentían como una eternidad. Los asuntos de la manada nunca habían parecido tan tediosos, tan sin sentido como ahora, cuando todo lo que quería era volver con ella.
—Rhys, ¿estás escuchando? —La voz cortante de mi padre interrumpió mis pensamientos.
Me enderecé en mi asiento, encontrando su mirada severa en el espejo retrovisor. —Sí, señor.
—Entonces repite lo que acabo de decir sobre la propuesta de la Manada Crestfall.
Mierda. No había escuchado ni una palabra. Ethan, sentado a mi lado, me dio un codazo sutil en las costillas.
—Quieren acceso a nuestros territorios de caza del sur a cambio de apoyo en la alianza —susurró.
—Quieren acceso a nuestros territorios del sur —repetí con fluidez—. A cambio de apoyo en la alianza contra cualquier amenaza del norte.