Manos Sanadoras y un Susurro Celoso

Contuve la respiración mientras Orion me llevaba en brazos por las escaleras hasta mi apartamento. Sus fuertes brazos me acunaban contra su pecho, haciéndome sentir vulnerable y protegida al mismo tiempo. La lluvia nos había empapado a ambos, pero él no parecía importarle mientras esperaba a que yo buscara torpemente mis llaves.

—Perdón por el desorden —murmuré cuando él empujó la puerta para abrirla. Mi apartamento no estaba precisamente listo para visitas, especialmente no para el Alfa Principal en persona. Había bocetos esparcidos por todas las superficies, muestras de tela colgando de los respaldos de las sillas y diseños a medio terminar sujetos a maniquíes.

Los ojos de Orion recorrieron el caos, con un atisbo de diversión jugando en sus labios. —Las mentes creativas rara vez mantienen espacios ordenados.