La lluvia golpeaba contra mi piel, un frío contraste con las cálidas lágrimas que corrían por mi rostro. Cada paso enviaba punzadas de dolor desde mi tobillo torcido hasta mi pierna, pero seguí moviéndome, desesperada por poner distancia entre el club nocturno y yo—entre Rhys y yo.
Cuatro años. Cuatro años enteros había pasado reconstruyéndome desde la cáscara rota en la que él me había dejado, y con solo unas pocas palabras, me había hecho sentir como esa omega rechazada y sin valor otra vez.
*"Mujeres sucias como ella... Nada bonito... Putas..."*
Sus crueles palabras resonaban en mi mente, cortando más profundo con cada repetición. Tropecé, mi tobillo cediendo bajo mi peso. Mi mano se extendió para sostenerme contra la pared de ladrillo húmeda de un edificio, pero mi palma resbaló en la superficie mojada. Apenas logré mantenerme en pie.
—Contrólate, Elara —me susurré a mí misma, con la voz quebrada—. No dejes que te destruya de nuevo.