Las palabras de Orion quedaron suspendidas en el aire entre nosotros como una profecía. *Mañana todo cambia.* El peso de esas palabras presionaba mi pecho, haciendo difícil respirar.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, muy consciente de su pulgar aún trazando mi mandíbula.
En lugar de responder, dio un paso atrás, rompiendo el momento íntimo. Sus ojos seguían intensos, pero su expresión se suavizó en algo más juguetón.
—¿Quieres jugar? —preguntó, asintiendo hacia la cancha de baloncesto.
El repentino cambio de tema me desestabilizó. —¿Baloncesto? ¿Ahora? Es después de medianoche, y acabas de lanzar alguna advertencia críptica sobre mañana.
Orion recogió el balón y lo hizo girar en su dedo nuevamente. —A veces, la mejor manera de prepararse para las batallas de mañana es despejar tu mente esta noche.
Suspiré, mirando mi atuendo. —Llevo un vestido y tacones, Alfa.
—Tengo ropa deportiva que te quedará bien —dijo—. ¿A menos que temas que te gane demasiado fácil?