Una Postura Ardiente Contra un Alfa Furioso

Me di la vuelta, con el corazón saltando a mi garganta. Rhys estaba a escasos centímetros, sus anchos hombros bloqueando la luz del pasillo. La repentina cercanía me hizo dar instintivamente un paso atrás.

—¿Qué haces aquí? —logré preguntar, odiando cómo mi voz revelaba un ligero temblor.

Sus ojos me recorrieron, oscuros y tormentosos. —La última vez que revisé, esta es mi casa.

La tensión entre nosotros crepitaba como electricidad antes de una tormenta. Tenía la mandíbula tan apretada que podía ver un músculo palpitando en su mejilla.

—¿Con quién hablabas? —exigió, con voz baja y peligrosa.

—¿Me estabas espiando? —respondí, encontrando mi equilibrio. Ya no era la misma omega asustada que una vez conoció.

Rhys dio otro paso más cerca, obligándome a retroceder hasta que mi espalda golpeó la pared. —Responde la pregunta, Elara. ¿Quién es D en tu lista de llamadas?

Levanté la barbilla, negándome a ser intimidada. —Eso no es asunto tuyo.