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El elegante Bugatti ronroneaba mientras Orion navegaba por la carretera hacia la Universidad Luna de Plata. Jugueteaba con el dobladillo de mi vestido, los recuerdos inundándome con cada milla que pasaba. Este campus albergaba tantos recuerdos dolorosos—el brutal rechazo, la humillación, la angustia.
—Estás tensa —observó Orion, su voz profunda cortando mis pensamientos.
Suspiré.
—Solo estoy nerviosa por volver. Han pasado cuatro años, pero...
—Pero las heridas aún se sienten recientes —terminó por mí, su mano repentinamente posándose en mi muslo.
El calor de su palma se filtró a través de la delgada tela de mi vestido, y me tensé ligeramente. Su contacto no era indeseado, pero su posesividad a veces me tomaba por sorpresa.
—Estaré justo a tu lado —continuó, sus dedos dando un suave apretón a mi muslo—. Nadie se atreverá a faltarte el respeto estando yo presente.
Coloqué mi mano sobre la suya, moviéndola sutilmente a una posición más neutral en mi rodilla.