Noche 20: Hibiki Dog Part.4

2:48 AM — La Hora en que las Sonrisas Ocultas Huelen a Mentira

El Konbini estaba más silencioso que un cliente arrepentido después de comprar pudines vencidos. Yo, Hiroto, estaba reorganizando una pila de Mangas (el último refugio de los solitarios) cuando el ding de la entrada sonó como una alarma de ejecución.

Miyu apareció en el umbral, su capa de cazafantasmas despeinada y los ojos hinchados de sueño.

—¿M-me llamaron? —preguntó, bostezando.

—¡Irrashaimaseeeen~! —Aoi saltó del mostrador, arrastrando una silla de plástico con el entusiasmo de un policía.

Miyu parpadeó, mirando la silla, luego a mí.

—¿Esto es... una fiesta sorpresa?

—Algo así —dije, evitando su mirada. Aoi me había arrastrado a esto con la amenaza de "o me ayudas o le digo a Hibiki que quieres más fotos".

Aoi colocó su mano sobre el hombro de Miyu con una sonrisa y señaló el depósito.

—Adentro.

—¿P-pero...?

—¡Ahora! —Aoi la agarró del brazo y la empujó hacia el depósito.

Miyu se sentó en la silla de plástico, balanceando los pies como si estuviera en el dentista. Aoi, de pie frente a ella, cruzó los brazos.

—Hibiki. ¿Qué le ocurre?

—¿Q-qué? —Miyu ajustó sus lentes, confundida.

—¿Por qué es así? —Aoi golpeó una caja de Pocari Sweat—. ¿Por qué una chica que parece un NPC está tan desesperada por ser humillada?

Miyu abrió la boca, cerró, luego miró hacia mí como pidiendo ayuda.

—No me mires —dije, apoyado en la pared—. Yo solo estoy aquí porque Aoi me chantajeó.

—¡No es chantaje! —Aoi lanzó un onigiri de plástico a mi cabeza—. Es... prevenir un crimen.

Miyu respiró hondo.

—Hibiki-chan solo es una chica normal. Es buena estudiante, tiene amigos, sus padres son muy agradables. —hizo una pausa—. Todos la quieren mucho.

—¿Mucho? —pregunté.

—Si —Miyu sacó su teléfono con una sonrisa y abrió una galería de fotos como prueba—. Mira.

Las imágenes mostraban a Hibiki en lugares que parecían sacados de películas:

Fiesta de cumpleaños: Hibiki sonriendo frente a un pastel de tres pisos, sus padres abrazándola como si fuera un trofeo.

Viaje a la playa: Hibiki y Miyu en bikini, los padres de Hibiki llevándoles sombrillas y smoothies.

Concierto escolar: Hibiki en el escenario tocando el piano, su madre llorando en primera fila.

Y muchas fotos más, fotos en la nieve, el desierto, aviones, barcos.

—¿Qué mierda es todo eso? —No puede evitar decir al ver las fotos—. ¿Acaso sus padres son adinerados?

—Algo así —Miyu respondió con una sonrisa casi orgullosa—. Ellos tienen varias empresas, pero aunque tienen mucho trabajo ella es lo más importante para ellos.

—Eso es impresionante.

—...

—¿Ves? —Miyu sonrió—. Su vida es bastante normal.

Aoi, sin embargo, no sonreía. Sus ojos escaneaban cada foto como si buscara un mensaje oculto.

—¿Nunca la han golpeado? —preguntó de pronto—. ¿Regañado? ¿Gritado? ¿O algo parecido?

—¡N-no! —Miyu negó con fuerza como si fuera su abogado—. Jamás harían algo así, una vez ella rompió un jarrón antiguo que trajeron de afuera y su papá solo dijo "No importa, solo es un jarrón". —rio como si contara una anécdota divertida y no un crimen contra la arqueología.

—¿En serio? ¿Nunca le han gritado?

—Claro que no. —Miyu negó rápidamente.

—¿Ni siquiera un "cuidado con las escaleras" en voz alta?

Miyu frunció el ceño.

—No... siempre le hablan suave...

—...

Aoi apretó los puños.

—¿Y como es esa idiota en la escuela?

Miyu parpadeo.

—Umm... En la escuela, no es muy diferente. Los profesores la aman porque es muy amable, los chicos le escriben cosas lindas (aunque ella siempre los rechaza educadamente)... hasta la directora le regaló chocolates cuando le dieron un premio por su actuación en la obra de teatro del festival escolar, sus padres son socios de la preparatoria así que son buenos amigos del director.

—¿Actuación? —repetí, recordando su forma de actuar en el Konbini.

—¡Sí! Ella es brillante en esas cosas —Miyu jugueteó con su capa—. Aunque algunas veces se equivoca en cosas tontas en las clases.

Aoi y yo intercambiamos una mirada.

—¿Y sus padres? —insistió Aoi de nuevo en el tema—. ¿Nunca la dejaron caerse? ¿En serio nunca le dijeron "no" para algo?

Miyu negó con la cabeza.

—No que yo recuerde, somos amigas desde la primaria y nunca los he visto haciendo algo así, una vez le compraron un Akita Inu solo porque ella lo vio en una película. A la semana, se aburrió y se lo regalaron a alguien más.

—¿Y ellos no se enojaron?

—¿Por qué se enojarían? Solo le dijeron que no se preocupara por el perro y la llevaron a DisneySea para que no pensara en el.

Aoi dejó escapar un sonido entre risa y gruñido.

—Qué asco.

Miyu parpadeó, herida.

—¿A-asco?

—Esa no es una vida —Aoi arrojó el teléfono a Miyu—. Es un reality show de alto presupuesto.

Miyu se fue unos minutos después, más confundida que cuando llegó murmurando algo sobre "Hibiki solo necesita distraerse un poco". Aoi la observó marcharse, los nudillos blancos de tanto apretar los puños.

—Es irónico. —dije, recogiendo un Pocky roto del suelo—. Pensabas que ella tendría una vida traumática o padres abusivos y resulta que es la protagonista de un Slife of Life perfecto.

Aoi no respondió. En vez de eso, tomó el teléfono olvidado de Miyu (que había dejado sobre una caja) y abrió otra foto: Hibiki en DisneySea, sonriendo frente al castillo, sus padres a cada lado como si fueran sus mejores amigos.

—¿En serio no lo ves? —murmuró.

Yo me acerqué. Hibiki sonreía, sí, pero sus pupilas estaban dilatadas, como si estuviera...

—¿Tristeza? —pregunté más por intentar adivinar qué otra cosa.

—Vacío —corrigió Aoi, con voz fría—. Como un perro que muerde sus propias patas para sentir algo.

—¿Y eso te molesta?

Aoi apagó el teléfono y lo dejó caer sobre una caja.

—Odio a las personas que fingen sufrir cuando no saben lo que es el dolor real.

El silencio se instaló entre nosotros. Las luces del depósito parpadearon, proyectando sombras que se retorcian como las preguntas en mi cabeza.

—No es tu problema —dije al fin.

—No —aceptó Aoi, pero su voz sonaba a mentira—. Pero si esa Ojou-sama vuelve a molestarnos, buscaré a sus padres y les diré que su niñita mimada quiere que le escupan y la traten como un perro.

Salimos del depósito. El Konbini seguía oliendo a café y soledad. Aoi se subió al mostrador, balanceando las piernas como si nada hubiera pasado.

Como siempre.