1:55 AM — La Hora en que las Reglas se Rompen como Galletas de la Suerte
El Konbini olía a Pocky recién abiertos y a desesperación adolescente. Miyu había reacomodado el mostrador. Sobre él, un mazo de cartas de UNO desgastado y cuatro tazas de ramune que burbujeaban como la ansiedad de Hibiki.
—Regla número uno… —Aoi golpeó el mostrador con un pudín a modo de martillo—. Nada de insultos, tonterías ni juegos de piernas bajo la mesa. —señaló a Hibiki, que temblaba como un flan en un terremoto—. Especialmente tú, Pis-chan.
—¡R-regla número dos! —Miyu levantó dos dedos, tratando de sonar autoritaria con una sonrisa nerviosa—. Si alguien rompe las reglas… ¡paga una ronda de refrescos!
Hibiki asintió tan rápido que sus lentes casi salieron volando.
—Y-yo p-prometo portarme bien…
Yo, Hiroto, observaba mientras contaba monedas. Sabía que esto terminaría como el intento del gerente de vender sushi en el Konbini: con olor a fracaso y mayonesa rancia.
El juego comenzó bien. O eso creímos.
—¡Rojo! ¡+2! —Miyu lanzó una carta con entusiasmo, haciendo que Hibiki gimiera al recibir dos cartas más.
—T-traicionera… —murmuró Hibiki, aunque sus mejillas ya sonrojadas delataban algo más.
Aoi, estratégicamente sentada frente a mi para vigilarme. jugó una carta.
—Azul. Y cambio de dirección. Hiroto-kun, tu turno. —Su mirada fría era un recordatorio: Si la tocas, te arranco los brazos.
Jugué un amarillo. Todo normal. Hasta que…
Hibiki se deslizó a mi lado en la silla, rozando su rodilla contra la mía.
—¡Hibiki-chan! —Miyu señaló su movimiento. ¡La regla!
—¡P-perdón! —se apartó, pero no antes de que mi teléfono vibrará en mi bolsillo.
Mensaje de Usuario Desconocido:
"Perdón… la silla está cerca… >_<"
Ignoré el mensaje. Y el siguiente. Y los diez siguientes.
Hibiki, cada vez más inquieta, comenzó a jugar mal…
A propósito.
—¿P-pongo un +4 sobre otro +4? —preguntó, sosteniendo una carta verde.
—No se puede —dije, sin mirarla.
—¡Ah… o-otra vez me equivoqué…! —susurró, mordiendo el labio con una sonrisa temblorosa.
Mensaje:
"Si me gritas… te doy mi próxima carta +4… (◕‿◕)"
Apreté los dientes. Hibiki se retorció en su asiento, cruzando y descruzando las piernas como si estuviera sentada sobre brasas.
—¡Hibiki-chan! —Miyu le arrojó un Pocky a la frente—. ¡Concéntrate!
—¡Lo siento! —gritó, mientras mi teléfono volvía a vibrar.
Mensaje:
"Una palmadita… solo una… por debajo… por favor… (╥_╥)”
Levanté la vista hacia Aoi, que estaba mirándome fijamente, como si ya sospechara lo que pasaba.
El caos llegó con un ding de notificación.
Mensaje de Usuario Desconocido:
"Si me insultas… puedo enviarte más… (◡‿◡)"
Adjunto: una selfie de Hibiki en el baño del Konbini, con la camisa de su uniforme levantada dejando a la vista sus grandes y sorprendentes… como sea, era una foto que haría llorar a sus padres y a cualquiera adulto responsable.
Me atraganté con el ramune, tosiendo como si mi conciencia intentara escapar.
—¿Hiroto-san? —Miyu se inclinó, preocupada—. ¿Te ahogaste?
—¡N-no! —intenté esconder mi teléfono, pero Aoi, con reflejos de gato callejero, me lo arrebató.
—Veamos qué es tan… —su voz murió al ver la foto. Miyu miró por encima de su hombro y palideció.
—¡H-HI-BI-KI! —Miyu saltó, derramando el ramune sobre el mostrador.
Hibiki, roja como un torii en el atardecer, intentó huir, pero Aoi la agarró del brazo.
—¿En serio? —Aoi mostró la foto como si fuera una prueba de un crimen—. ¿Esta es tu idea de chantaje?
—¡N-no quería…! —Hibiki lloriqueó, mirándome con ojos suplicantes—. ¡S-solo quería… un insulto!
—¿Y pensaste que esto funcionaria? —Aoi río, pero sin alegría, con molestia, mucha molestia y una voz fría capaz de congelar el sol—. Hiroto-kun prefiere los pudines vencidos antes que… esto...
—¡B-basta! —Miyu agarró a Hibiki del brazo—. ¡Vamos al baño! ¡Ahora!
Miyu arrastró a Hibiki al baño, dejando un rastro de vergüenza y ramune. Aoi y yo nos quedamos entre los restos del juego: cartas esparcidas, Pocky rotos, y mi teléfono aun mostrando su foto, como un testigo mudo sobre el mostrador.
—Sabía que algo así pasaría —dijo Aoi, recostándose en el mostrador—. Es como alimentar a un perro con chocolate: termina en vómito y arrepentimiento.
—Tú ayudaste a organizar esto con Miyu —dije, acomodando todo para fingir normalidad.
—Miyu me dijo que sería divertido. —hizo comillas con los dedos—. Pero tú… —su voz bajó—. ¿En serio? ¿Una estudiante de preparatoria?
—¿Crees que tengo tiempo para coquetear con estudiantes? —respondí, más áspero de lo necesario—. Tengo que limpiar esto.
Aoi observó mientras restregaba el ramune del mostrador. Su silencio era más incómodo que la foto de Hibiki.
—Miyu solo quería ayudar —murmuró al fin—. Pensó que Hibiki necesitaba divertirse y distraerse un poco.
—Y mira cómo terminó todo —dije, señalando mi teléfono—. Ahora tengo la foto de una estudiante problemática semidesnuda en mi teléfono.
Miyu salió del baño con Hibiki a rastras. Hibiki ahora envuelta en la capa de Miyu como un criminal, murmuró una disculpa que ni las cámaras de seguridad (si funcionaran) habrían captado.
—N-no volverá a pasar… —prometió, evitando mi mirada.
—Claro que no —Aoi se acercó, sosteniendo mi teléfono y eliminando la foto frente a ellas—. Porque si vuelve a ocurrir, ambas quedan vetadas de este Konbini por acosar a los empleados.
Hibiki gimió, pero asintió. Miyu la guio hacia la salida, lanzándome una mirada de "lo siento" antes de desaparecer.
Aoi y yo nos quedamos solos, el Konbini oliendo a derrota y limpiador de piso.
—¿Crees que volverá a intentar hacerlo? —preguntó Aoi, jugando con un pudín vencido.
—Sí.
—¿Y la detendrás?
—Si.
Ella sonrió, arrojando el pudín a la basura con un tiro perfecto.
—Mentiroso.
El primer rayo de sol se filtró por las ventanas, pintando de naranja el desastre. Y yo, por primera vez, deseé que el turno acabará rápido.
Pero la noche aún resistía.