—No sé de qué estás hablando —insistió Ronan, su rostro contorsionándose con lo que parecía dolor físico.
Cerré la ducha y volví a entrar en la habitación, olvidando la toalla. Algo estaba seriamente mal.
—¿Ro? —Corrí a su lado mientras se doblaba, agarrándose la garganta.
—No... puedo... —jadeó, su rostro enrojeciendo por el esfuerzo.
Rhys puso una mano en el hombro de Ronan, su expresión sombría.
—No intentes luchar contra ello. Deja de intentar hablar.
Ronan asintió débilmente, desplomándose en el borde de la cama. Fuera lo que fuese que estaba pasando, pareció aliviarse en cuanto dejó de intentar hablar.
—¿Qué le está pasando? —exigí, arrodillándome frente a Ronan y tomando sus manos entre las mías. Estaban heladas.
La mandíbula de Rhys se tensó.
—Compulsión. Alguien le ha puesto un hechizo de bloqueo—uno serio.
Se me heló la sangre.
—¿Compulsión? ¿Quieres decir que alguien le está impidiendo mágicamente hablar sobre... lo que acabamos de preguntar?