El agua me abrazó como una segunda piel mientras la cortaba, brazada tras poderosa brazada. Nadar siempre había sido mi refugio cuando mis pensamientos se volvían demasiado caóticos, cuando el control parecía estar justo fuera de mi alcance. Esta noche, no estaba ayudando.
El aroma de Hazel persistía en mi casa, en mi mente. Cada respiración que tomaba estaba llena de ella—madreselva y luz del sol provocando mis sentidos, llevando a mi lobo casi a la locura. Me había dicho a mí mismo que era lo suficientemente fuerte para resistir, que mis décadas de disciplina me ayudarían a superar esto. Comenzaba a dudar de mi propia convicción.
Tres vueltas más. Solo tres más, y tal vez podría intentar dormir.