Bajo la Compostura del Alfa

La observé dormir.

Había algo pacífico en la forma en que Hazel se acurrucaba ligeramente de lado, con una mano bajo su mejilla, su cabello oscuro esparcido sobre la almohada color crema. Había estado dormida durante horas, completamente ajena a haber sido trasladada desde el sofá donde inicialmente se había quedado dormida a una de mis habitaciones de invitados.

Sus vínculos la habían llevado hasta allí, con cuidado de no despertarla. La forma protectora en que habían manejado su cuerpo hizo que algo primitivo dentro de mí gruñera de celos, pero lo reprimí. Cuando sugirieron quedarse en la academia en lugar de mi casa, me negué, diciendo que Hazel necesitaba descansar sin interrupciones.

La verdad era más egoísta. No podía soportar la idea de que estuviera en cualquier lugar que no fuera cerca de mí esta noche.