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Julian Hawthorne se frotó la mano, tratando de ocultar su incomodidad mientras retrocedía un paso. La presión que Liam había aplicado persistía, un recordatorio palpitante de que este «don nadie» no era tan impotente como parecía. Reprimí una sonrisa, disfrutando de la vista de la fachada cuidadosamente construida de Julian agrietándose.
—Antes de irme —dije, metiendo la mano en mi bolsillo—, quería darle algo a Isabelle.
Saqué la pequeña caja de madera que contenía la Píldora Hidratante que había elaborado anteriormente. Era simple, sin adornos—nada parecido a las ostentosas exhibiciones que Julian parecía preferir.
—¿Qué es eso? —se burló Julian, recuperando algo de su compostura—. ¿Una baratija de un vendedor ambulante?
Isabelle aceptó mi regalo con una sonrisa genuina.
—Gracias, Liam.
El rostro de Julian se retorció con desprecio.
—Espera —dijo, chasqueando los dedos a uno de sus asistentes—. Casi lo olvido. Yo también te traje un regalo, Isabelle.