—Absolutamente no —dije, apartando el ornamentado certificado de presidencia que seguían intentando entregarme—. Agradezco el honor, pero no tengo interés en dirigir la Asociación de Medicina Tradicional.
El funcionario de cabello plateado que había arrestado a Desmond —o mejor dicho, a Dorian— me miró con evidente incredulidad.
—Señor Knight, esta es una oportunidad sin precedentes. El Consejo raramente hace nombramientos tan directos.
Suspiré, sintiendo el agotamiento del día asentándose en mis huesos. La creación de la Nube de Píldora había drenado más energía de la que había anticipado, y las secuelas del dramático arresto de Desmond habían convertido el salón de conferencias en un caos. Todos querían un pedazo de mí —mi tiempo, mi conocimiento, mis conexiones.
—Mi respuesta sigue siendo la misma —dije con firmeza—. Soy un alquimista, no un político. Prefiero trabajar en paz, no navegar por la burocracia.
La mujer frunció el ceño pero asintió con reluctancia.