Cuando Ling Tian se retiró en silencio a su habitación, Li Tian lo observó por unos segundos más, midiendo cada paso, cada gesto.Ese niño era, en otro tiempo, el protagonista de la historia.El Espadachín que dominaría los Tres Mundos y Cinco Planos.
Pero aquí…Aquí, era una llave.Una puerta que, si se abría con el ángulo correcto, le permitiría avanzar.
“No puedo depender solo de la protección de Li Li. Necesito ganar poder. Necesito habilidades. Y para eso… necesito morir. Pero morir en el momento adecuado.”
Pensó en su muerte anterior. En la habilidad obtenida.El Ojo de la Verdad.Una herramienta útil, sí. Pero no suficiente.
Necesitaba algo más grande. Algo más relacionado con el alma.
Y para eso…Ling Tian debía matarlo.
Un nuevo plan se dibujó en su mente.
“Si consigo que Ling Tian me odie lo suficiente… si lo empujo a hacerlo… si lo manipulo emocionalmente, sin que él lo entienda… entonces tal vez, solo tal vez, obtenga algo verdaderamente valioso.”
Era un riesgo.Pero uno necesario.
Decidido, Li Tian se levantó y fue en busca de Li Li. Sabía que aún no había ganado su total confianza, pero debía seguir sembrando esa semilla. Era su única barrera entre él y su madre. Y por ahora, la única adulta en el clan que lo había protegido aunque fuera por instinto.
La encontró en el patio lateral, preparando infusiones para las píldoras de cultivo.
—Tía Li Li —saludó con una sonrisa suave.
Ella se giró, sorprendida, pero sin hostilidad.
—Pequeño Tian, ¿te sientes mejor?
—Mucho. Gracias por dejarme quedarme.
Ella asintió y volvió a su tarea.
Li Tian no la interrumpió más. Solo se sentó cerca, observándola en silencio. Aportando presencia. Si quería que ella le creyera cuando llegara el momento de revelar más verdades, tenía que parecer sincero ahora.
Así transcurrió el día.Sin sobresaltos.Sin escenas.
Pero con tensión escondida en cada palabra.
Por la noche, después de la cena, Li Tian se encerró en la pequeña habitación que Li Li le había ofrecido. Se sentó en posición de loto y comenzó a cultivar en silencio.
Sabía que su avance sería lento.Su talento no era sobresaliente.Pero cada partícula de qi que absorbía lo hacía con un propósito claro.
Mientras tanto, en otro lugar del clan…Li Yue se movía.
Había notado su ausencia desde temprano, pero había esperado.No lo vio en el campo de entrenamiento.No lo encontró en los patios laterales.No estaba con los otros niños.Y su habitación… vacía.
Un presentimiento ardió en su pecho.
“¿Dónde estás, Li Tian?”
Lo buscó con su sentido espiritual. Lo rastreó como solo una madre cultivadora podía hacerlo.
Y entonces lo sintió.En la casa de Li Li.
El nombre bastó para que toda su paciencia se quebrara.
—¿Otra vez tú? —murmuró para sí, susurrando entre dientes.
Li Yue no entendía qué estaba pasando.
¿Acaso ya lo había perdido?
Su qi se agitó. Sus pasos se aceleraron.
Cuando llegó al límite de la residencia de Li Li, su ira era fuego líquido.Extendió una mano. Su anillo espiritual brilló.
La espada apareció.
Fina. Letal. Silenciosa.
Como aquella noche, seis años atrás.
Miró la puerta de la casa de Li Li y no dudó.
“¿Crees que puedes quitármelo otra vez?”
Cargó energía espiritual en la hoja.
El aura a su alrededor se hizo visible.Los animales del jardín retrocedieron.
Una grieta espiritual vibró en el aire.
Li Yue alzó la espada…