El aire estaba tenso en el patio trasero de la casa de Li Li. El sol brillaba fuerte sobre las túnicas blancas de los dos jóvenes frente a ella. A un lado, Li Tian, tranquilo, con su espada de madera apoyada contra el hombro. Al otro lado, Ling Tian, serio, con los ojos clavados en su “hermano” adoptivo.
Estaban a punto de comenzar su primer duelo de práctica cuando Li Li levantó la voz con calma:
—¿Quién defenderá y quién atacará?
Li Tian, relajado, dio un paso al frente.
—Madre, conozco un juego que puede ayudarnos a decidir de forma justa. Se llama piedra, papel y tijera.
Li Li levantó una ceja, sorprendida. —¿Un juego?
Li Tian sonrió suavemente.
—Sí. Es fácil, se hace con las manos. Piedra vence a tijera, tijera a papel, y papel a piedra. Quien gane, decide su rol.
Li Li, divertida por la propuesta inesperada, asintió.
—Está bien. Adelante.
Li Tian y Ling Tian se miraron brevemente. Hicieron el conteo con sus manos.
—Uno… dos… tres…
Li Tian sacó tijera. Ling Tian, papel.
Li Tian perdió.Así que le tocó defender.
Ambos se posicionaron frente a frente, a tres pasos de distancia. Li Li cruzó los brazos, observando con atención. No solo la técnica… también las emociones.
—Comiencen —dijo, con voz firme.
Ling Tian no esperó ni un segundo. La espada de madera en su mano se alzó de inmediato y descendió hacia Li Tian con velocidad. No había refinamiento, ni táctica, solo impulso. El peso de los celos acumulados, la rabia silenciosa que había guardado por días.
Li Tian bloqueó el primer golpe con facilidad.
Desvió la espada con el borde de la suya y dio un pequeño paso hacia atrás. Su expresión no cambió. De hecho, sonrió ligeramente, y eso fue lo que encendió aún más a Ling Tian.
El segundo golpe vino con más fuerza. El tercero, desde abajo. El cuarto, en giro. Pero ninguno logró atravesar la defensa de Li Tian.
Era evidente.
Aunque Ling Tian tenía mejor técnica que antes y ponía toda su voluntad en atacar, no podía superar la diferencia de cultivo.Él todavía no podía absorber qi.Li Tian ya estaba en la segunda etapa del refinamiento corporal.
Esa brecha lo hacía más resistente, más veloz, más equilibrado. Y sobre todo, más difícil de presionar.
—Vamos, ¿eso es todo? —dijo Li Tian con voz suave, apenas por debajo del tono burlón.
Ling Tian apretó los dientes y siguió atacando.
Los minutos pasaron. El ritmo de los golpes aumentó. El sudor empezó a correr por la frente de Ling Tian, que no se detenía. El jadeo se volvió más evidente. Pero no se rendía. Tenía que superarlo. Tenía que demostrar que no era menos. Que su madre no había elegido mal al aceptarlo como hijo.
Li Tian seguía defendiendo. Desviando. Bloqueando. Usando pasos cortos. Siempre sonriendo. No con crueldad, sino con ese aire tranquilo que provocaba más que cualquier burla directa.
A la media hora, el sudor empapaba la túnica de Ling Tian.A los cuarenta minutos, su respiración era irregular.A la hora completa, ya no podía más.
Su último ataque fue un corte débil, sin fuerza. La espada de madera apenas chocó con la de Li Tian, que ni se movió.
—Eso fue el último, ¿cierto? —preguntó Li Tian, ya con una gota de sudor en la frente, pero aún estable.
Ling Tian no respondió. Simplemente bajó la espada y se alejó caminando hacia el borde del patio, donde tomó una vasija de agua y empezó a beber con desesperación.
Li Li lo observaba desde el centro del jardín. Durante toda la pelea, había notado la intensidad en los ojos de su hijo biológico. El odio disfrazado de esfuerzo. El orgullo herido.
Cuando él terminó de beber, ella se acercó, seria.
—Hijo —dijo con tono bajo, pero firme—. ¿Por qué odias a Li Tian?
Ling Tian se quedó quieto. La pregunta lo atravesó. No por el contenido… sino por el tono. No había duda. Era una pregunta de desaprobación.
Sintió que las lágrimas querían salir. Que el nudo en su garganta lo ahogaba.
Pero no podía dejar que ella supiera la verdad. Que estaba celoso. Que sentía que lo reemplazaban. Que ese niño, más joven que él, más fuerte que él, más… todo que él, le estaba quitando a la única persona que había amado incondicionalmente.
Así que, entrecerrando los ojos, dijo:
—Madre… no lo odio. Solo quiero superarlo. Porque… yo no puedo sentir el qi. Y él ya cultiva.
Li Li se quedó en silencio.
Sus ojos se ablandaron. Caminó hacia él y lo abrazó con ternura, presionando su rostro contra su hombro.
—Tian… yo, tu madre, siempre te amaré.Pase lo que pase.
Ling Tian cerró los ojos.
Por un momento, solo uno… sintió que tal vez, todavía quedaba un lugar solo para él en ese corazón.