Las tijeras le proporcionaban un inmenso consuelo, como si una fuerza invisible la estuviera protegiendo.
Sin embargo, no estaba libre.
El corazón de Zhang Cuihua estaba lleno de infinita ansiedad e inquietud; sabía que todo lo que había sucedido hoy era apenas un atisbo de lo que estaba por venir, y el peligro aún acechaba.
Comenzó a reflexionar sobre cómo resolver la crisis actual mientras también se preocupaba por las posibles consecuencias de sus acciones.
Entendía profundamente que la conspiración era mucho más complicada de lo que había imaginado y que no podía permitirse ser descuidada.
Zhang Cuihua sabía que su destino no estaba completamente en manos de fuerzas externas, sino que también dependía en gran medida del coraje y la sabiduría dentro de ella.
Zhang Baishun y algunos miembros del clan no regresaron a casa, sino que se sentaron en el restaurante del este del pueblo.
Él tenía una regla: si uno debía favores, tenía que invitar a otros a una comida.