—Tonterías, solo eres un tipo de un pequeño pueblo rural, nunca has estado expuesto a las apuestas con piedras, ¿cómo podrías entenderlo? En el momento en que aceptaste apostar conmigo, estabas destinado a perder —dijo Chen Guanglei.
—No celebres tan pronto, o será vergonzoso cuando te abofetee la realidad más tarde —dijo Xu Yang con indiferencia.
—Sigues siendo terco al borde de la muerte, adelante, desenvuelve tu piedra en bruto. Quiero verte pasar de la esperanza a la desesperación —se burló Chen Guanglei.
Xu Yang le hizo una señal al cortador de piedras para que comenzara a cortar.
Tan pronto como se desenvolvió la primera piedra, se escucharon exclamaciones de sorpresa.
—¡Mierda santa, eso es Verde Emperador!
—¡La pieza no es grande, pero vale al menos un millón!
—¿Un millón? ¿Estás soñando? ¡Son al menos un millón quinientos mil!
—¡Ofrezco un millón ochocientos mil!
—Deja de competir conmigo, ¡ofrezco dos millones!