—No... No... No es así. Simplemente no quería molestarte al ver lo pacíficamente que dormías —arrojó el secador sobre la mesa antes de levantarse y tomarla del suelo en sus brazos, regresando al dormitorio.
Se sentó en la cama, abrazándola íntimamente mientras ella se sentaba en su regazo, aferrándose a él. Lo último que quería era ser reprendido por esos hijos suyos. Si veían sus ojos rojos, automáticamente lo culparían a él como la causa de sus lágrimas. No se sentía bien ser culpado por sus propios hijos y no poder hacer nada para defenderse.
—¡Humph! —ella giró el cuello, evitándolo mientras retiraba sus manos de su cuerpo, tratando de ignorarlo.