Hola Gatito

La vida de los francotiradores de las nuevas unidades Ragnar solía ser solitaria, sobre todo si el individuo fue miembro de una tripulación de los francotiradores cuadrúpedos o sistemas de tracción de oruga, que estaban siendo retirados del servicio. Para algunos, el ser seleccionado como piloto de un Ragnar y no de las otras unidades bípedas francotiradoras se consideraba como ascender a un nivel élite.

En realidad, decir que un piloto se encontraba solo no era del todo verdad, ya que un operador de inteligencia los acompañaba por la radio. De igual manera, la sensación de soledad persistía por el tiempo que tenían que permanecer custodiando un sector.

William Sten aceptó sin titubear la oportunidad de pilotear un Ragnar, sin importarle que su decisión le añadiría más años a su servicio. Gracias a ello, logró acercarse más a Lya Bakke, ya que las reglas del ejército de Ælagar prohibían relaciones entre compañeros de escuadrón, aunque siempre se podían romper las reglas. Sten nunca tomó el riesgo hasta que, por su decisión, fue separado de su escuadrón.

Småstein, es tiempo de irnos —dijo la operadora asignada que solo era conocida como Due; quien lo ha acompañado en todas sus misiones desde que es un comando francotirador.

—Gracias, Due —respondió Sten, quien después de un chasquido y un suspiro continuó:

—Con este calor me caería muy bien un hidromiel muy helado.

—Yo prefiero un buen Akvavit o tal vez una cerveza artesanal —dijo Due.

—¿Akvavit? Uff, eso sí es caro en estos lados.

—Lo bueno es que no lo pago yo.

—Lo sé —suspiró Sten.

Luego de hacer su último barrido del área con la mira de su rifle, se levantó, observó a su alrededor y se imaginó que algún día podría pasar un río, o tal vez habría más árboles en las tierras áridas donde se encontraba. Decepcionado del paisaje causado por el daño de artillería y de las batallas previas a su carrera militar, se dirigió al punto de encuentro donde lo estaría esperando un convertiplano tipo Rocho, en el cual partirían de regreso a la base.

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El único momento en el que podía ver a sus compañeros de su anterior escuadrón solía ser cuando regresaba de una misión. Entonces, podía ir a disfrutar de un par de bebidas en el bar cerca de la base militar.

Esa misma noche, al regresar de una misión que duró más de cinco días, Sten invitó a sus compañeros a reunirse. Incluyó a Due en la invitación, aunque sabía que ella no asistiría. Para su sorpresa, solo dos personas de su antiguo escuadrón confirmaron su asistencia; los demás tenían razones válidas para no poder llegar.

«Es una verdadera lástima que no estarán todos» pensó Sten.

Esa noche, el bar de siempre tenía música en vivo. Debido a este evento especial, las luces estaban más oscuras de lo normal para crear un ambiente más íntimo y acogedor. Con paredes y techo pintados de negro y un suelo de color café oscuro, el lugar siempre daba la impresión de ser una cueva, incluso con las luces encendidas. Este diseño buscaba ofrecer un refugio seguro para sus clientes militares.

Contrario a lo que se podría pensar de un bar militar, lo que menos había en sus paredes eran carteles de propaganda. En su lugar, las paredes se encontraban adornadas con discos de acetato de los artistas que habían comenzado su carrera musical en ese lugar. De hecho, estos artistas regresaban de vez en cuando para tocar allí, sin hacer publicidad ni anunciarlo.

Sten encontró una mesa vacía cerca de la tarima del bar y tomó asiento. La banda musical era nueva, o al menos no la conocía.

En la mesa de al lado, se encontraba una persona que parecía ser un mercenario por su vestimenta. Lo acompañaba una unidad R4 que parecía estar modificada. Sten dedujo esto porque el cuerpo del robot cuadrúpedo estaba cubierto de placas de armadura desgastadas. Los daños en la armadura mostraban que el robot tenía experiencia en el campo de batalla. Le incomodaba un poco ver a un Raven en el bar, ya que no muchos tienen el privilegio o lujo de poseer una de esas máquinas cuadrúpedas, consideradas regalos del cielo, y exponerla en un bar es algo estúpido… Sin embargo, recapacitó su pensamiento, ya que lo mismo se podría decir de llevar a una de ellas al campo de batalla, algo que solía pasar en operaciones especiales.

Cerró los ojos por unos momentos para dejarse llevar por las notas musicales del jazz. Así, podía sentir cómo el bajo acústico hacía vibrar algo por debajo de su piel, mientras los sonidos del saxofón dibujaban líneas de colores en su mente que se movían al ritmo de las notas. De forma inconsciente, movía su cuerpo al compás de la música.

Por desgracia, los buenos momentos tienen que terminar y este fue interrumpido por la voz del mesero que llegó:

—Buenas noches, teniente Sten, ¿desea lo mismo de siempre?

La imagen mental de un hidromiel frío excitó sus papilas gustativas, pero al ver de forma inconsciente al mercenario bebiendo whisky, le despertó la curiosidad de pedir uno, ya que nunca se había atrevido a probarlo.

—¿Serías tan amable de servirme un whisky en las rocas? —pidió Sten con amabilidad.

—Con gusto —respondió el mesero, ofreciéndole una sonrisa.

—Que sean dos —dijo una voz femenina, que provenía de una soldado alta, robusta, de piel clara, con cabellera teñida de negro, ya que se le veían las raíces pelirrojas. Sten no entendía por qué se pintaba la cabellera. El pelirrojo resaltaba su claro rostro, pero también comprendía que era de moda teñírselo de negro o de azul oscuro—. Me tienes que decir qué ha pasado para que no hayas pedido tu hidromiel de siempre. Dime, ¿cómo estás?

—Sentado —respondió Sten, sonriendo—. Qué gusto verte, Lya.

—Lamento decirte que nadie más vendrá. Astrid tuvo que quedarse en la base. Ya sabes cómo son estas cosas de último minuto —dijo Lya mientras se sentaba al lado de Sten y ponía su brazo en la pierna del francotirador. Luego, le besó en la boca. Ambos se acariciaron el rostro mientras disfrutaban de sus labios en un ósculo que los conectó en un momento íntimo, compartiendo su alma en un instante que parecía una eternidad.

—No sabes cuánto te he extrañado. Te quiero mucho —dijo Sten, mirándola a los ojos al terminar el beso.

Sonriendo, Lya rompió la conexión visual, cambiando su mirada a la tarima donde estaban tocando los músicos y suspiró:

—Me encantaría poder decirte lo mismo, mi kattunge, pero sabes —suspiró de nuevo—, no te puedo corresponder de igual forma —respondió Lya, tomándole la mano.

El mesero llevó los dos whiskies y los puso sobre la mesa.

—Saben que su secreto está a salvo acá —dijo el mesero—. ¿Quieren el…?

—Sí —interrumpió Lya—, pero en un momento, no hay prisa.

El mesero asintió y se retiró, dejando a la pareja de militares disfrutar de la noche.

Sten tomó el vaso, lleno de dudas si en realidad quería beber algo diferente, de todos modos, no podía dar marcha atrás, y menos frente a Lya.

—No seas tonto, toma un buen sorbo de tu whisky. El sabor proviene de la lengua, mientras que el aroma proviene de la nariz, así que respira para ayudar a tu percepción orthonasal. Disfruta la textura y traga —dijo Lya con una sonrisa.

—Seguro… —respondió Sten de manera despectiva, intentando no ser demasiado duro e invitando a Lya a chocar los vasos. Luego siguió las instrucciones y por la forma en que frunció el ceño, le fue difícil a Lya leer si le gustó o no.

—Hay algo que te tengo que decir —dijo Lya después de tomar un sorbo, luego se acercó a Sten y le susurró—. Fui seleccionada para una misión clasificada, no te puedo dar detalles, solo te puedo decir que seré piloto única.

Sten cerró el pequeño espacio entre ellos y le robó un corto beso. Lya se sonrió, ya que conocía que era su forma de felicitar sin hacer mucho ruido. Aun así, Sten le dijo susurrando:

—Felicidades.

Conversaron, bebieron, comieron y bromearon. Luego, se retiraron a su rincón secreto del bar, donde el francotirador y la artillera de un comandante táctico pasaron un momento íntimo, explorando sus cuerpos, sus almas y sus deseos. Un acto que podría ser castigado con la muerte por intimar durante su servicio militar y por ser miembros de la misma base.

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Después de cinco días de estar acampando en un punto estratégico en una montaña en la línea de batalla, Sten se encontraba afuera de su unidad comiendo una ración militar. Por ser de noche, aprovechaba para salir un rato, para comer y orinar. Aunque la milicia de Ælagar adoptó uniformes similares a los del NUS para las nuevas unidades de pilotos únicos, Sten no se acostumbraba a orinar en el traje dentro del robot; prefería hacerlo a la antigua, en las noches fuera de la unidad.

Durante el día y concentrado en su misión, Sten no dejaba de contar las horas para retirarse e intercambiar con su relevo. Cuanto más se acercaba la hora, más largo se percibía el tiempo. Observó la foto de Lya que lo acompañaba siempre en la cabina, la cual tenía escrito en alfabeto rúnico: «ᚼᛖᛁᛚᛚ ᚴᛅᛏᛏᚢᚾᚴᛁ». Se puede traducir como «Hola gatito». Le hizo una caricia suave a la foto y dijo en susurro:

—Te quiero tanto…

—Småstein, tenemos un retraso—interrumpió Due el corto instante de intimidad personal—; tendrás que esperar un par de horas más, pero te las compensaremos.

—Enterado —respondió Sten, suspirando—. Due, no esperes que por compensármelo con dinero te invitaré la próxima ronda; además, nunca llegas.

—No tengo que recordarte por qué no puedo hacerlo.

—Lo sé —dijo Sten y se rió por la nariz.

Por protocolo, el operador de inteligencia de la misión asignada y el francotirador de élite no debían conocerse en persona. De esta manera, se podía evitar cualquier situación que pudiera generar un conflicto de interés o afectar el rendimiento de la misión. Tal era el nivel de secretismo que no se sabía si la operadora estaba en un Comandante Táctico o en algún otro lugar. Con el tiempo, Sten desistió en querer saber ese dato, ya que Due era muy reservada con la información.

—Dime algo Due, ¿eres humana o una de esas máquinas cuadrúpedas… erm, R4? —preguntó Sten, considerando que la voz femenina de Due en la radio podría ser alterada.

—¿A qué se debe esa pregunta? ¿Acaso mi voz es carrasposa y pausada? —respondió Due, con un toque de sarcasmo.

—No, no lo es… —aclaró Sten.

—No comprendo por qué me estás preguntando eso.

—No, por nada; bueno sí, la verdad es que vi a un R4 en persona la semana pasada y son magníficas.

—Eso he escuchado, pero nunca se me ha dado la oportunidad de…

—Espera un minuto… —interrumpió Sten cuando una alarma de aproximación comenzó a sonar, pero el radar no lograba marcar las unidades. —Qué extraño, parece como si algo estuviera interfiriendo el radar —dijo y luego ocupó la mira del rifle para barrer el área. No tardó en encontrar lo que activó la alarma: era un escuadrón de cinco AC del NUS.

—No veo nada en el radar, dime Sten, ¿qué es lo que pasa? —ordenó Due.

—Solo es un escuadrón del NUS, composición estándar. Viajan en modo crucero.

—Enterado, no los ataques aún.

—Copiado.

Se escuchó un disparo de alto calibre de otro francotirador. Las unidades del NUS comenzaron a moverse con maniobras evasivas.

Sten logró localizarlo al otro francotirador. Era una unidad cuadrúpeda francotiradora de Ælagar con tres tripulantes. Por lo que podía observar, no le estaba disparando a los AC del NUS sino a algo más.

—Due, ¿hay alguien más en el área? —preguntó Sten.

—Negativo. Solo los cinco AC que reportaste.

—Hay un francotirador cuadrúpedo. Lo tengo en la mira. Puede ser una unidad rebelde, por favor confirma.

—Dame un momento, Småstein.

El segundo francotirador disparó de nuevo y, como de costumbre, comenzó a moverse para cambiar su ubicación.

—Småstein, inteligencia confirma que sí hay un francotirador; es nuestro. Su misión es clasificada. Solo nos compartieron los datos del objetivo, y estás autorizado a atacarlos. Transmitiendo.

En la pantalla de información aparecieron los datos de la unidad enemiga; la mayoría de ellos eran clasificados o desconocidos.

—Tengo la información, pero está…

—Es lo único que nos dieron. Es una misión clasificada, y no puedes saber más. Estás autorizado a disparar a discreción.

—Copiado.

En el radar de Sten apareció como un punto púrpura la unidad enemiga. Esto le llamó la atención, ya que no era el verde para las unidades amigas ni el anaranjado para las enemigas. Parecía que su radar no podía clasificar la señal del transpondedor para determinar si era amigo o enemigo.

Posicionó su unidad para poder apuntar mejor. A través de la mira, observó que el enemigo era una unidad bípeda, similar a los AC pero de mayor tamaño. Se trasladaba de una forma similar al modo crucero de los AC y estaba en ruta de intercepción con ellos.

—Due, parece que los AC y la unidad bípeda cruzarán camino.

—No importa, no dejes que hagan contacto. No sabemos si es una nueva unidad de ellos.

—Aunque no parecen ser aliados. Los AC le acaban de disparar misiles.

—De igual forma, inmoviliza la unidad enemiga, pero no ataques a los AC. No aún.

—Copiado.

La unidad enemiga hizo maniobras evasivas y comenzaron a batallar. Se movía bastante rápido, al punto que superaba las maniobras de los AC. Luego de un momento, los AC comenzaron a retroceder, y la unidad escapó.

Sten calculó la ruta de escape y apuntó su arma. Tomó aire y dejó de respirar, aunque no era necesario, lo hacía por costumbre. Luego presionó el gatillo.

La bala que salió del ánima del rifle de Sten tardó dos segundos en impactar al objetivo. Fue un tiro certero en el pecho de la unidad, haciendo que esta se tumbase.

Sten se quedó inmóvil con la mente en blanco. Suspiró. Por costumbre, nunca disparaba una segunda vez desde la misma posición. Al querer levantarse, su alarma de aproximación sonó, y su radar se apagó.

«Mierda, me encontraron», pensó.

Al levantarse, se dio cuenta de que detrás de él se encontraba otra unidad similar a la que acababa de atacar y que le apuntaba con un rifle de asalto.

—Due… ¿Due? ¿Me escuchas?

—No se alarme, Soldado —escuchó por la radio la voz de una mujer. En parte, el escuchar la voz lo tranquilizó, ya que más del noventa por ciento de los soldados de Ælagar son mujeres; aun así, tenía la punta de un arma en su dirección. Sten soltó el arma en gesto de no agresión—. No le puedo decir mi nombre —dijo la mujer en la radio—. No soy su enemigo —el robot bajó el arma, recogió el rifle de Sten y se lo entregó—. Le agradecemos por su excelente trabajo. Solo que no puede hablar con nadie de lo que acaba de suceder aquí. Siga con su misión.

El estruendo del disparo de un francotirador se escuchó y no tardó en impactar al robot que estaba con Sten, golpeándolo en el pecho y tumbándolo. En ese momento, el radar funcionó de nuevo.

—…åstein… Småstein, ¿me copias? ¿Småstein?

—Te escucho, Due —respondió Sten, lleno de dudas por lo que acababa de ocurrir.

—Me alegra que estés bien… ¿Qué ha pasado? Informa.

—Småstein, Due —se escuchó una voz femenina, más ronca, más autoritaria. No pueden comentar nada de lo que pasó. Me puede llamar Lebre y les transmito mis credenciales.

—Las credenciales son válidas —dijo Due.

—Soldado, acabas de ser parte de un operativo de recuperación de unidades prototipos que las facciones rebeldes querían robar. Por esa razón, no se puede comentar nada de lo que ha ocurrido aquí. Además, desde este momento eres parte de mi escuadrón. Regresa a Odin, y pasaremos por ti en dos semanas —dijo Lebre por la radio—. Sten, tienes suerte de que le hayan disparado a Loptr que te interceptó.

El comentario tomó por sorpresa a Sten. Según él, quien lo había defendido era Lebre, ya que ella fue la que se comunicó por el radio.

—Due, ¿quién más está con nosotros? ¿Esto puede ser así nomás? —consultó Sten.

—No tengo respuesta a tu pregunta, no detecto a nadie más —respondió Due.

—Due, ¿puedes darme más detalle sobre Lebre?

—Lo siento. No estoy autorizada para dar la información que me solicitas. Solo puedo decirte que pronto lo sabrás —después de un corto silencio Due continuó—. Småstein, tienes órdenes de no atacar a los AC sobrevivientes.

—Copiado —respondió Sten, confiando en las palabras de Due, su operador de radio e inteligencia durante más de tres años. Aunque nunca se conocieron en persona, el nivel de confianza era alto, ya que la información de Due resultaba certera. Sin decir más, la unidad de Lebre, el francotirador cuadrúpedo, se retiró, y dos horas después llegó el convertiplano que transportaba a su relevo.

«No hay rendición y no hay escape ¿Somos los cazadores? ¿O somos la presa? Este es un juego salvaje de supervivencia» pensó Sten en su viaje de regreso, recordando una canción que Lya le compartió alguna vez.

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Dos meses después, o más, de ser forzado a unirse al escuadrón de Lebre y sobrevivir a un entrenamiento intenso, Sten se dirigió al bar de costumbre. En esta ocasión, no le dijo a nadie que llegaría; quería estar solo.

Al entrar al lugar, encontró una mesa para dos personas sola y tomó asiento. La mesa se encontraba junto a una pared, iluminada por la suave luz de la lámpara de pared sobre ella. De nuevo en la tarima del bar, se encontraba un grupo tocando música en vivo, una interesante mezcla de jazz con swing y blues.

Al buscar a su alrededor una mesera para pedir un whisky en las rocas, observó a la unidad R4 con su dueño, el mercenario. A diferencia de la vez anterior, la R4 se veía más limpia y con una armadura diferente; como si el robot hubiera sido reacondicionado.

El mercenario se levantó con vaso en mano y caminó hacia la mesa de Sten, seguido por la unidad R4, que se sentó al lado de Sten, bloqueándole la salida.

—Soy el Coronel Jericó Blanco —dijo el mercenario de piel oscura, ofreciéndole la mano. Sten la tomó con un apretón fuerte. Jericó abrió bien su ojo derecho, ya que el izquierdo lo cubría un parche; esto hizo que Sten le soltara la mano—. Déjeme acompañarlo. Yo le pago la bebida.

—Está bien —respondió Sten por cortesía, aunque en realidad quería estar solo. De igual manera, la idea de que no tendría que pagar era tentadora y por eso aceptó.

—Él, eso o ella —dijo Jericó señalando al robot cuadrúpedo— es una unidad R4 o Raven, como le llama tu ejército.

—He escuchado de ellas, y sé que no cualquiera tiene una. Debe ser un honor para un mercenario como tú —dijo Sten, desaprobando a Jericó por poseerla.

—¿Qué te puedo decir? Ni yo entiendo por qué tu gobierno me la dio. Aunque sospecho que era su forma de tener control sobre mí. De todos modos, mi contrato con Ælagar finalizó y tengo que regresar a mi país. Es una lástima que no pueda quedarme con esta máquina y por eso tengo órdenes de entregártela.

Jericó sacó de su bolsillo unos documentos y se los entregó a Sten. Al leerlos, se emocionó porque al fin tendría una R4 para él. Los papeles contenían la firma del ministro de defensa y por Lebre.

—Coronel, ¿por qué me lo das aquí en público?

—Porque me vale madre lo que piense tu país. En fin —encogió los hombros—, solo soy un mercenario —dijo y se levantó de la mesa—. Raven, fue un gusto trabajar contigo y más aún, después de tu actualización.

—Me encantaría poder decirte lo mismo, pero sabes que no es así —dijo el robot con voz sintetizada y femenina—. No me llames Raven, recuerda que mi designación es Le’ãh.

—De igual manera fue un gusto, ya me voy —dijo Jericó y le entregó a Sten otro documento en un sobre sellado.

—Coronel —dijo Le’ãh—, dile a Kokiro…

—No es necesario, yo le digo —interrumpió Jericó—. Muchacho, no te preocupes, la botella de whisky ya está pagada, sé que la vas a necesitar más que yo —dijo Jericó y se fue del bar.

—Así que Le’ãh ¿eh? —dijo Sten al robot en un tono lleno de curiosidad—. Aunque no tienes cara de ser una vaca salvaje.

—Afirmativo.

Sten abrió el sobre que Jericó le dio, de él sacó una carta y un documento. Leyó la carta primero; era de Lya. Al terminarla, la arrugó y no pudo evitar que lágrimas salieran de sus ojos.

La R4 o Le’ãh puso su pata en su pierna, acercó el brazo mecánico que tenía en la espalda y que solían usar para simular su cabeza, y le acarició el rostro diciendo:

—Yo sé que no es como tú querías, mi Kattunge, pero estamos cerca y ya nunca estarás solo.

El segundo documento era el certificado de defunción de Lya, quien murió en combate. La fecha de su muerte fue hace un mes cuando Sten se encontraba en la misión.

«Este es un juego salvaje de supervivencia», pensó Sten, quien asombrado y con dolor en el pecho, se ahogó en la bebida esa noche.