Capítulo 3:el golpe

Tras un largo rato, unos chicos lo encontraron, tirado en el suelo, rodeado de un charco de sangre, nadie sabe quién lo hizo ni nada.

Llegó la noticia a Evangelina y a Carlos.

—Señora, su hijo está en el hospital—le dijeron a través de la llamada, con tranquilidad sumada con algo de tristeza.

—¡¿Qué?!, ¡¿que le pasó?!—pregunto ansiosa, preocupada por que le podría haber pasado a su dulce niño.

—El, bueno vino al hospital con un fuerte golpe en la cabeza, no sabemos que paso exactamente para que pasara esto, pero necesitamos de su visita para que hable con él doctor—pidio con una voz clara, y bastante triste por el niño que había venido en un pésimo estado.

—Ya voy para allá—decía Evangelina a punto de estallar en llanto.

Fue corriendo ansiosa a buscar a Juan, el sabía manejar, ella no aprendió nada de eso.

—Juan, tu hijo está en el hospital, hay que ir a buscarlo— llamo con ansiedad a la puerta de la habitación de Juan, quien actualmente estaba profundamente dormido.

Apenas Juan escucho la palabra "hospital" e "hijo" se levantó, aún muy dormido, salió corriendo, se puso su chaqueta y salió con Evangelina desesperados por llegar ya al hospital.

—¿Por qué está en el hospital?—pregunto, con tristeza Juan, quien quiera que le haya hecho daño a su hijito lo pagaría caro.

—No lo sé, dijeron que lo habían encontrado un gran golpe en la cabeza—aclaro Evangelina, con las mismas emociones que Juan.

—Ojala que este bien—espero la madre, no quería que su hijo estuviera mal.

—Estara bien, el es fuerte, después de todo es nuestro hijo—declaro Juan tratando de animar el ambiente.

Al poco tiempo llegaron al hospital, un sitio que solo habían visitado para los partos, no para nada como esto.

Tenían miedo, por lo que le podría llegar a haber pasado a su hijo, quien no habían visto desde hace un par de horas.

Fueron directos al lugar donde atendían a la gente.

—Bueno, ¿me podrían decir quienes son?—pregunto la encargada detrás del lugar donde estaban todos los archivos y pacientes que habían pasado por este sitio.

—Somos Evangelina Tropinoff, y Juan Botipot—aviso Evangelina, con un tono de voz bastante ansioso.

—¿Así que ustedes son los padres de Adrián Botipot?, el esta en la habitación del fondo a la derecha, antes de ir tienen que hablar con el doctor Evinoch, si no lo hacen no los dejarán pasar—advirtio la enfermera, mirándolo a Evangelina y Juan seriamente.

—Si, no nos olvidaremos lo juramos—juro Juan, para que al fin la enfermera los dejara ir hacia el lugar donde se hallaba su hijo.

Al ir se cruzaron, con un tipo de corbata, y traje de doctor, tenía una pequeña etiqueta que decía Evinoch, ocupando todo el lugar de la punta de su bata.

—¿Tu eres el doctor Evinoch?—pregunto Juan, bastante seguro de que si lo era.

—Si soy yo, ¿por qué preguntas?, como veo, no eres un paciente de aquí, ¿viniste a visitar a algún paciente?—pregunto con duda el doctor Evinoch, mirando curioso a la pareja.

—Si, somos los padres del pacien Adrián Botipot, nos podría decir dónde está por favor—pidio bastante desesperada Evangelina, quería verlo.

—Mmm, lamento decirles que no se podrá, está en una situación muy delicada ahora mismo—declaro Evinoch, con una actitud compleja, sin denotar emoción en su expresión facial.

—¿Que le pasa a mi hijo?—pregunto aún sabiendo que tal vez la respuesta la dejaría mal, esperaba que no fuera tan grave.

—Bueno, el golpe en la cabeza es bastante grave, aparentemente lo empujaron y se cayó encima de una roca dándole está en la cabeza, la tiene totalmente abierta, se la tuvimos que coser, aparte de eso hay un poco que es aún más grave pero no podemos hablar de este aqui—aclaro el doctor Evinoch, mirándolos con algo de sigilo y cautela.

—Vayamos a su oficina doctor, así nos habla de todo más a detalle por favor—pidio Evangelina, aún estando nerviosa por saber que le habrá pasado a su pequeño.

Desde bebé Adrian era muy apegado a ella, tendría que haberle dado clases particulares, eso siempre pensó.

Y ahora misma más se le habían pegado esos pensamientos, Juan es el que hizo que fuera a clases normales para no tenerlo todo el día encerrado en casa.

Aparte de que quería hacer amigos, el tenía un buen punto por eso lo llevaron a una escuela normal y aparentemente no salió nada bien como se podían dar cuenta ahora.

Cruzaron varios pasillos, hasta llegar a su oficina, que era bastante rústica, una mesa con algunos documentos, y unas fotos de aparentemente su familia.

Se sentó en la silla, con elegancia, como cualquier médico haría, o bueno el estereotipo de médico que tiene la mayoría.

—Bueno, la verdad es que el, es un caso algo especial, en este hospital, es el primer caso semejante que tenemos, incluso teniendo muchos similares ninguno igual—declaro el médico, haciendo estremecer a Evangelina y Juan.

—La verdad, el golpe en la cabeza, directamente le afectó de una forma muy extraña el cerebro, de repente le nació como decirlo, una segunda personalidad, totalmente diferente a la otra, como pudimos ver en este corto periodo su segunda personalidad solo actua en los momentos que siente que su cuerpo o mente están en riesgo—decia declaraciones impactantes el doctor.

Evangelina y Juan, estaban muy impactados, su hijo ¡¿tenía una segunda personalidad?!

—¿Podemos verlo?—pregunto impaciente, Evangelina desesperada por poder mirarlo y darle un fuerte abrazo y decirle que todo estaría bien.

—No se podrá señora, está algo inestable, la entrada y salida del personal del lugar donde está su hijo está prohibida, hace un rato su hijo tuvo un brote, que venía de su segunda personalidad, y apuñalo con un bisturi a una de las enfermeras del establecimiento, hasta que no vemos que es estable no podremos dejarlo salir de ahí dentro—declaro el doctor, con algo de miedo, el mismo había presenciado todo.

—!Eso es imposible!, ¡son patrañas mi hijo no podría ni matar a una mosca!—le grito Evangelina, habiendo perdido la paciencia tras tanto aguantar que el dijera esas cosas sobre su propio hijo.

—Calmate amor, el es el doctor no nosotros, el debe tener una razón para decir esas cosas, y aparte no tiene razón alguna para mentirnos—trato de tranquilizar Juan a su esposa, quien estaba furiosa, mirando al doctor con pura rabia y ira por todo el estrés, y todo lo que había sucedido en tan poco tiempo.

—Tranquila señora, yo le fuí 100% sincero, ni una vez le menti en lo que llevamos hablando—aclaro el médico, un poco asustado por la madre que estaba furiosa.

Evangelina tardo un buen rato en calmarse, se sentía extraña, ira, tristeza y odio totalmente combinados, nada podía calmarla por completo.

Quería ver y abrazar a su hijo con todas sus fuerzas, ¿este era un castigo divino?, la verdad es que no lo sabía.

—Bueno, querida señora Tropinoff, la verdad no podemos dejar ver a su hijo hasta al menos mañana, hoy estaba demasiado inestable, si llega a ir, la segunda personalidad de su hijo podría lastirmarle—advirtio el doctor, preocupada porque llegará a hacer una locura, como por ejemplo abrir la habitación.

Y de repente antes de que se diera cuenta sucedió, Evangelina se fue corriendo, hacia el lugar donde dijo que estaba su hijo la enfermera.

La habitación del hospital, era grande se ponía ver desde la ventana de la puerta a su hijo que tenía toda la cabeza vendada.

A su alrededor había varios utensilios, aunque estaban alejados de él, y se notaba que a ninguno de ellos podía usarlo como arma.

Se notaban las marcas de otros utensilios que los habían quitado por el miedo de que pudiera matar a alguien con ellos.

Evangelina, abrió la puerta con fuerza, y avanzó, pero su hijo estaba distinto, se sentía diferente.

Más sombrío, y deprimente, como si fuera simplemente un cadáver andante y no su propio hijo.

Se puso a la defensiva, como si se sintiera en peligro, aparentaba estar dormido antes pero estaba más despierto y alerta que nunca.

Evangelina trato de acercarse lentamente, pero Adrian no lo dejaba, como si no la conociera y para el fuera una total desconocida y no su madre.

—Adrian, ven con mama—llamo Evangelina, con la voz rompiéndose por las ganas de llorar al ver en el pobre estado en el que estaba Adrian.

Adrian no respondía, incluso trato de atacarla, pero ella esquivo, tenía manos y cuerpo tan pequeño, que era imposible que le llegara a hacer daño con tan poca fuerza.

—Tranquilo hijo, aquí está mamá, todo estará bien, nadie quiere hacerte daño, solo estate tranquilo—pidio la madre, abrazándolo, aunque el la rasguñara.

Sorprendentemente poco a poco se calmo, como si algo hubiera despertado dentro de él.

Cerro los ojos, y se desmayo, entrando en un estado que la mayoría no sabía que era.

En el interior de su mente, estaba Adrian, frente a un tipo, era de su misma altura, y tenía una armadura, muy extraña que se compactaba muy bien con su propio cuerpo.

Cabello negro azabache, y cara de adolescente, se veía muy cruel, y tenía un aura oscura rodeando su cuerpo, como si fuera alguién muy malvado.

—Aparentemente te contacte demasiado temprano, debería haberte dejado unos años más, eres demasiado joven—declaro el tipo de delante de él con una gran sonrisa.

—¿Quien eres?, déjame ir con mi familia por favor no me quiero quedar aquí, estoy hace horas aquí dentro—pidio triste y desesperado Adrian.

Era la primera vez que lo veía, como si el estuviera afuera haciendo cosas y el encerrado aquí dentro.

—No lo haré, la verdad no se me da la gana—aclaro el tipo de cabello negro azabache, mirándolo como a un debilucho.

Adrian se estaba empezando a enojar, este lugar totalmente oscuro lo desesperaba, y asustaba, no le gustaba admitirlo pero le tenía miedo a la oscuridad y por eso tenía muchas pesadillas.

De la rabia se lanzó a golpearlo, pero solo lo atravesó como si no existiera, y solo fuera un simple fantasma.

—La verdad tu intento de atacarme es patetico, en mis tiempos a una persona como tú la podía borrar en segundos la verdad, pero no puedo estoy muy débil—declaro, con una mirada que con solo mirarla te daba muchos escalofríos.

Adrian no se rindió, y aunque sabía que no le haría ni cosquillas, no perdía nada con intentarlo.

Una y otra vez lo hizo, pero fue totalmente inútil, el tipo solo se reía de él, como si fuera un simple insecto, y Adrian solo atacaba más ciegamente y con toda su fuerza, y velocidad que tenía.

—¿No te cansas de intentarlo?, de tantas veces, tu voluntad ya debería de haber menguado, hace más de una hora que estás atacando—pregunto en tanto bostezaba con fuerza, mirando a Adrián con desprecio.

—Nunca me rendiré, quiero salir con tal de hacerlo te mataré, quiero ver a mi familia, será mejor que te quites de mi camino—advertio, aún sabiendo que era totalmente en vano Adrian.

Su estrategia era amenazarlo, y que se saliera del medio del camino, para poder salir de este sueño o de su propia cabeza en realidad.

—Deja de hacer amenazas vacías, muy bien sabes que no puedes hacerme nada—le recordó el tipo a Adrián.

Adrian solo arremetió, aún más, pero se cansaba, estaba en su mente, pero aún así se cansaba, ya no podía más, era como un maremoto de cansancio.

—¿Es todo lo que puedes hacer?, eres bastante impresionante, pero aún así eres muy joven todavía, te dejare salir, solo prométeme algo, apenas salgas, no debes contarle de mi existencia a nadie o si no la pagarás caro, yo soy parte de ti, puedo hacer cualquier cosa con tu cuerpo—menciono el tipo, con una cara escalofriante que le dió miedo a Adrián.

—Lo prometo—prometio Adrian, siendo al fin liberado por el.

Todo se iluminó, y al final despertó, sabiendo que debía ver a sus padres rápido.