El crujir de las páginas y el aroma a pergamino viejo se habían vuelto parte de su primer día en aquel mundo desconocido.
Kazuki pasaba horas encerrado en la biblioteca, devorando tomo tras tomo como si cada palabra fuese una pieza de un rompecabezas que debía resolver antes de que se acabara el tiempo.
Frente a él yacía un grueso volumen encuadernado en cuero negro, con letras doradas que decían:
“Geografía Imperial y Linajes Nobiliarios del Reino de Asterion”
Lo abrió con cuidado y comenzó a leer.
"El Reino de Asterion se divide en seis grandes territorios, cada uno regido por una casa noble de linaje ancestral. Estas casas no solo poseen poder político y económico sobre sus regiones, sino también un dominio mágico único que las distingue entre sí..."
Kazuki apoyó los codos sobre la mesa. Su expresión se volvió seria mientras recorría cada sección con atención.
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Los Seis Territorios y sus Casas Nobles
Thal’Ren (Occidente) — Casa Von Elzar
Bastión de academias mágicas y bosques repletos de cristales de maná.
Afinidad mágica: Invocación y Magia Ancestral.
Drakmyr (Norte) — Casa Valdrakken
Tierras frías y montañosas, hogar de guerreros endurecidos por el combate.
Afinidad mágica: Dragón y Metal.
Lusmira (Oriente) — Casa Aerundel
Región costera y fértil, famosa por sus comerciantes y diplomáticos.
Afinidad mágica: Aire y Manipulación Sensorial.
Solvain (Sur profundo) — Casa Caer Thalas
Territorio árido, cargado de ruinas antiguas y secretos olvidados.
Afinidad mágica: Espiritual y Oscura.
Noctvar (Centro imperial) — Casa Rhayne
La capital del Reino, centro político y corazón del Imperio.
Afinidad mágica: Arcana y Control del Tiempo.
Elarion (Islas flotantes) — Casa Vel’Serra
Un archipiélago suspendido en el cielo gracias a su tecnología mágica.
Afinidad mágica: Elemental Avanzada (Rayo, Hielo, Luz).
Al final de la página había un mapa detallado del reino humano, aunque no mostraba las tierras pertenecientes a otras razas.
Kazuki dejó escapar un largo suspiro.
—¿Y se supone que tengo que enfrentarme a los herederos de estas casas…? —murmuró, frotándose la sien—. En solo dos semanas...
Recordó las palabras de Lyria con amargura:
> “El Consejo de Sangre se reunirá en menos de dos semanas…”
Un torneo brutal donde cada casa noble enviaba a sus dos posibles herederos.
Doce combatientes. Una sola oportunidad de demostrar que eras digno de portar el linaje.
No bastaba con llevar el apellido... había que merecerlo.
Más tarde, tras demostrarle a su padre lo aprendido, este le dio una orden directa:
—Ya es hora de que entrenes. No basta con memorizar palabras.
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Esa noche...
La oscuridad cubría Asterion como un manto silencioso.
El viento silbaba entre los árboles del bosque de Thal’Ren. A lo lejos, el ulular de un búho se mezclaba con el crujido de ramas rotas.
Crack...
...crack...
—¿Oíste eso? —susurró un soldado en la muralla, tensando su lanza.
—Sí… otra vez viene del bosque.
El silencio volvió, interrumpido solo por el chasquido ocasional de antorchas encendidas.
Fsshhhh...
—Eso no fue viento —dijo el segundo, con la voz temblorosa.
Y entonces...
—¡Aaaaaahhhhhh...! —un grito desgarrador rompió la quietud.
El silencio que siguió fue aún más inquietante que el grito.
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A la mañana siguiente
Los primeros rayos del sol rozaron las torres del castillo.
El campo aún estaba vacío, envuelto en una tenue bruma.
Kazuki abrió los ojos, cubierto de sudor.
—Otra vez... ese maldito sueño —murmuró, llevándose una mano al rostro.
Se cambió y bajó al campo de entrenamiento para su primera clase de magia con el instructor Reytghar.
—Kazuki, intenta lanzar una bola de fuego al blanco —ordenó el instructor con tono serio—. Solo debes apuntar y pronunciar el hechizo.
Kazuki respiró hondo y lo intentó una, dos, tres veces. Nada.
—N-no puedo conjurar nada... —dijo, angustiado—. No siento esa energía que describen los libros.
El instructor bufó, frustrado.
Mientras que desde una ventana del segundo piso, Lyria lo observaba en silencio, los brazos cruzados. Su expresión no ocultaba el desprecio.
—¿Cómo puede un Von Elzar ser incapaz de lanzar el conjuro más básico? Qué vergüenza...
Sin más, se retiró para hablar con su padre.
Kazuki miró al suelo.
—"¿Cómo puedo ser tan inútil...?"
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En la tarde
Esa tarde ya se habia esparcido el rumor, Kazuki escuchó a un noble mayor comentar en voz baja con otro:
—Un Von Elzar que no puede usar magia… qué deshonra.
Kazuki apretó los dientes con tanta fuerza que casi se hizo daño pero aun asi siguio su entrenamiento en silencio, haciendo sentadillas con apenas 20 kilos.
—Gracias a mi padre al menos puedo fortalecer el cuerpo... —murmuraba entre dientes—. Este cuerpo es débil, no tengo magia, ni fuerza real.
Al atardecer, se quedó observando los cielos teñidos de naranja.
—Se ve hermoso desde aquí...
Pero la belleza del paisaje no aliviaba el peso que sentía en el pecho.
Esa noche, al llegar al comedor, lo esperaba su familia.
—¡Kazuki! —tronó la voz de Reinhard Von Elzar, su padre.
—Ya me enteré de tu incompetencia. Eres una vergüenza para esta familia.
A partir de hoy, no comerás más aquí. ¡Lárgate!
Kazuki bajó la mirada. Las palabras le dolieron más de lo que esperaba.
—...Entendido. Con su permiso.
“Así es como tratan a los débiles. Qué humillante...”
Esa noche no cenó. Se acostó con el estómago vacío y el alma pesada.
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En su tercer dia de entrenamiento
Kazuki caminaba cabizbajo al campo cuando escuchó un grito:
—¡Aaahhh! ¡Casi… lo tengo!
Era su hermano mayor, Takeda, esforzándose por levantar una barra con pesas enormes.
Su rostro estaba rojo. Todo su cuerpo temblaba.
—¡Ey, soltá eso! ¡Te vas a romper los brazos! —gritó Kazuki, corriendo hacia él.
—¡Ya casi lo tengo! —respondió Takeda con obstinación.
Pero sus piernas cedieron, y la barra cayó sobre él.
Kazuki intentó levantarla. No pudo.
Frustración. Rabia. Desesperación.
Entonces… algo despertó.
Un calor interno, una fuerza que se encendió en lo profundo.
Sus venas brillaron tenuemente.
La barra… ya no pesaba tanto.
Con un rugido, la levantó por encima de su cabeza.
Takeda lo miró sin creerlo.
—¿Qué… fue eso?
Kazuki jadeaba. Todo su cuerpo vibraba con energía.
—Mi magia… no es externa. Estaba dentro de mí.
Takeda se incorporó y lo abrazó con fuerza.
—Gracias por salvarme, hermano… Y por fin despertaste. Estoy orgulloso de vos. ¡Ahora sí vamos a arrasar en el Consejo!
Sin perder tiempo, lo arrastró hasta su padre.
—¡Reinhard Von Elzar! —gritó, con una sonrisa desafiante.
Reinhard se giró, confundido por el tono.
—¿Qué haces, Takeda? ¿Y por qué traes contigo a la decepción de esta casa?
Takeda respiró hondo y se arrodilló.
—Kazuki no es una decepción. Solo tiene una magia distinta. Potenciación física. Y hoy... la despertó.
—¿Potenciación...? —murmuró Reinhard, mirando fijamente a su hijo menor.
—Estaba entrenando, casi me aplasta una barra. Kazuki vino a ayudarme, no pudo al principio... pero entonces, se activó su magia. Lo vi con mis propios ojos: levantó la barra como si fuera de papel.
Reinhard se quedó en silencio unos segundos.
Luego caminó hacia Kazuki, lento, pesado.
—Entonces… tal vez aún haya esperanza.
Kazuki no respondió. Solo lo miró a los ojos, sin miedo esta vez.