Capítulo 1: El niño azul

Desde su llegada a la tranquila aldea élfica, Ares siempre fue considerado diferente. Aunque su vida había comenzado en circunstancias misteriosas, la familia que lo había acogido lo había tratado como uno de los suyos.

Elysia, su madre adoptiva, era una elfa con una magia de hoja formidable. Con un solo toque, podía hacer que las plantas crecieran, se entrelazaran y danzaran con la brisa. Su habilidad para controlar la naturaleza no solo la hacía una de las elfas más respetadas de la aldea, sino que también le había permitido criar a Ares con un amor profundo y una paciencia infinita.

Thalion, su padre adoptivo, era un elfo mago del viento. Con su control sobre el aire, podía crear ráfagas que transportaban las hojas en giros acentuados o hacer que las nubes se apartaran al simple susurro de su voz. Su habilidad era tan refinada que podía mover corrientes de aire en forma de espirales invisibles, algo que fascinaba a Ares cada vez que lo veía practicar.

Ares había crecido en un hogar lleno de magia, y desde pequeño había mostrado una conexión especial con la magia de viento que su padre utilizaba. Aunque aún no podía controlar las ráfagas con la misma destreza que Thalion, el joven Ares sentía cómo el viento respondía a sus llamados, cómo su cuerpo se llenaba de energía al respirar la brisa suave del atardecer.

Pero lo que más asombraba a Elysia y Thalion era el fuego que Ares parecía manifestar con facilidad. Desde que tenía memoria, Ares se había sentido atraído por las llamas. No entendía por qué, pero el fuego respondía a él de una manera inusual. Aunque no podía controlarlo completamente, podía crear pequeñas llamas en sus manos, una habilidad que sus padres no habían visto en nadie más. A veces, cuando el sol comenzaba a ponerse, Ares se sentaba cerca de la fogata familiar y observaba con fascinación cómo el fuego azul danzaba entre sus dedos, tan brillante y cálido, pero también tan peligroso.

A pesar de la maravilla que sus padres sentían por sus habilidades, había momentos en los que el fuego de Ares se descontrolaba. No era raro que, en sus momentos de emoción o frustración, una llamarada azul brotara sin previo aviso, causando que las brasas en el suelo crepitaran con un brillo más intenso y luminoso. Por suerte, Elysia tenía una habilidad natural para calmar la naturaleza que la rodeaba, y en esos momentos, su madre adoptiva era capaz de reducir el fuego a cenizas con solo un suave murmullo. Thalion, por su parte, utilizaba su magia del viento para disipar las llamas de forma controlada, creando una suave corriente que sofocaba el fuego.

Ares sentía una mezcla de miedo y orgullo por su poder. Aunque su fuego parecía diferente al de los elfos y su magia de viento era solo una fracción de la que su padre poseía, él nunca había experimentado el mismo nivel de conexión con su magia que los demás en la aldea. Elysia y Thalion nunca lo presionaban, pero a veces Ares veía la mirada de orgullo en sus ojos cuando controlaba una brisa o encendía una pequeña llama. Se sentía afortunado, pero también algo incompleto.

Liana, su mejor amiga, siempre estaba allí para calmarlo cuando las cosas se desbordaban. Aunque Liana no compartía el poder de Ares, su magia, conectada con la naturaleza, la ayudaba a mantener la calma en situaciones difíciles. Había algo en su presencia serena que siempre lograba tranquilizar a Ares, como si su conexión con la tierra y el aire pudiera equilibrar las emociones que él mismo no lograba dominar. Cuando Ares veía las llamas brotar de sus manos y el viento alzarse a su alrededor, Liana siempre le recordaba que el poder debía ser dominado, no temido.

Las tardes en la aldea transcurrían pacíficas, aunque Ares sabía que algo grande se acercaba. El sol se ponía lentamente, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rojos, y mientras el viento soplaba suavemente entre los árboles, Ares se sentaba junto a Liana, con las manos extendidas hacia las llamas. Por un momento, deseaba que pudiera controlar su magia con la misma destreza con la que su padre dirigía las corrientes de aire o su madre hacía crecer un árbol con un simple gesto. Pero también sabía que, aunque su magia era diferente, tenía algo especial dentro de él. Algo que, tarde o temprano, despertaría.

Elysia y Thalion, desde lejos, lo observaban, compartiendo una sonrisa llena de esperanza. Sabían que Ares era más que una simple combinación de magia de fuego y viento. Él era una mezcla de destinos y raíces ancestrales, algo que ni siquiera ellos comprendían completamente. Lo único que sabían con certeza era que su hijo —su hijo adoptivo— algún día cambiaría el mundo. Pero por ahora, ellos solo deseaban verlo crecer y encontrar su propio camino.