Capítulo 2: El Despertar de la magia

El día en la aldea élfica era tranquilo, la paz habitual que reinaba entre los árboles altos y las hojas doradas del otoño. Ares caminaba por los senderos naturales, su mente aún algo agitada. Sabía que tenía una gran responsabilidad al descubrir sus poderes, pero su fuego azul aún le resultaba un misterio. La creación de Ares, un poder que nadie más había tenido jamás. El fuego azul no era solo una magia elemental como el de los elfos o los enanos, sino algo completamente nuevo y único. Algo que solo él podía controlar... o eso esperaba.

A lo lejos, vio a Liana esperándolo, cerca del arroyo, como siempre. Ella, con su cabello verde, tenía una magia que emanaba de ella con calma, como el fluir tranquilo del agua o el crecimiento suave de las plantas a su alrededor. Liana era su amiga más cercana y, aunque aún era pequeña, su magia de la naturaleza estaba mucho más desarrollada que la de Ares.

Liana siempre había sido el apoyo constante de Ares. Era la elfa perfecta, tranquila, poderosa y sabia en su relación con la naturaleza. En cambio, Ares no solo sentía que sus poderes no eran tan directos como los de ella, sino que su fuego azul era algo que nunca antes había existido. Una magia que nadie más comprendía.

—Hoy lo haré —dijo Ares con determinación, mirando a Liana.

Ella lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación. No era la primera vez que Ares lo intentaba, y siempre terminaba frustrado, pero en su voz había algo diferente, una chispa de esperanza. Aunque el fuego azul era una magia incontrolable y desconocida, él sentía que algo estaba cambiando. Quería comprenderlo, dominarlo.

Ares se agachó y extendió su mano, comenzando a centrarse en su energía interna, la que siempre sentía en lo más profundo de su ser. Cerró los ojos, tratando de recordar las palabras de su padre adoptivo, Thalion, quien le había explicado que el fuego azul era algo completamente único. Un poder que él mismo había creado, y que solo él podía dominar. Pero, hasta ahora, no sabía cómo. El fuego azul surgía en él de forma espontánea, y a veces era impredecible.

En ese momento, el aire a su alrededor comenzó a agitarse, y una ligera brisa lo envolvió, como si el viento mismo intentara ayudarlo. Ares cerró los ojos aún más fuerte, concentrándose en esa sensación. Quería hacer que el fuego azul naciera, pero también quería controlar el viento, algo que parecía responder a su llamado de manera natural.

Sin embargo, el fuego no apareció. En lugar de eso, una suave corriente de aire envolvió su cuerpo, y Ares notó algo extraño: sentía sus sentidos más agudos, más intensos. Abrió los ojos y observó el entorno. Todo parecía más nítido, como si pudiera ver detalles que antes se le escapaban. Las hojas caídas brillaban como nunca antes, los sonidos del arroyo se amplificaban, y hasta el más leve movimiento de una criatura cercana se volvía evidente.

—Lo... lo logré —dijo Ares, asombrado. Aunque no había controlado el fuego azul, había conseguido dominar su magia potenciadora.

Liana lo miró con los ojos brillantes.

—¡Lo hiciste! —exclamó con entusiasmo—. Lo lograste, Ares. ¡Tu magia de potenciación!

Ares sonrió tímidamente, aún sintiendo la energía aumentada en su cuerpo. Los sentidos que antes solo había sentido vagamente estaban ahora completamente agudizados. A pesar de que el fuego azul seguía siendo un misterio para él, por primera vez en mucho tiempo, sentía que algo había cambiado.

—No es el fuego azul —dijo Ares en voz baja, como si se hablara a sí mismo—, pero... siento que ahora puedo hacer algo más. Mi magia de potenciación... la siento diferente.

Liana sonrió, un brillo de admiración en sus ojos.

—Claro que sí, Ares. Tu magia potenciadora puede hacer mucho. Aumentar tus sentidos es solo el principio. Pero cuando domines el fuego azul, será algo aún más impresionante.

Ares la miró, pensativo. Sabía que el fuego azul era su mayor misterio, su poder más descontrolado y, a la vez, el más poderoso. Nadie más lo tenía. No era como la magia de los elfos ni la magia de los enanos, ni siquiera era algo que su padre adoptivo, Thalion, hubiera visto antes. Y por eso, se sentía tan perdido con él. ¿Cómo podía algo tan poderoso estar bajo su control si nunca antes había existido?

—¿Crees que algún día podré controlarlo? —preguntó Ares, mirando a Liana con incertidumbre.

Liana lo miró fijamente, con una sonrisa tranquila. Sabía que las respuestas de Ares no llegarían de inmediato, pero confiaba en él.

—Lo harás —respondió con firmeza—. Solo necesita tiempo, Ares. Y aunque el fuego azul sea algo que nadie más ha tenido antes, es solo parte de lo que te hace único. Serás capaz de controlarlo.

Ares asintió, aunque todavía sentía una inquietud en su interior. Pero algo en las palabras de Liana lo hizo sentir que no estaba solo. Aunque su poder aún era incierto, y aunque su fuego azul seguía siendo un enigma, tenía a Liana a su lado. Y con el tiempo, lograría dominarlo.

—Gracias, Liana —dijo, sonriendo. Sus sentidos agudizados le permitían sentir el alivio y la confianza en el aire, en las palabras de su amiga.

Liana le dio una palmada en el hombro, con una sonrisa confiada.

—No te preocupes, Ares. Tienes todo el tiempo del mundo para dominarlo.