El sol comenzaba a ponerse sobre la aldea élfica, tiñendo el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa. Ares caminaba por el sendero cubierto de hojas caídas, una tranquilidad extraña los envolvía después del intenso día. Aunque Ares había logrado controlar parcialmente su magia potenciadora, el pensamiento de su fuego azul seguía rondando en su mente.
Era difícil no pensar en lo que él era, viviendo en un mundo donde los demás no eran humanos. Elfos, con su magia poderosa y conectada a la naturaleza, vivían en completa armonía con su entorno. Y luego estaba Ares, un humano, un extraño en medio de ellos, que había sido acogido como uno más, pero que siempre sería diferente.
—Ares, ¿alguna vez has escuchado hablar de la Academia Mágica Suprema? —preguntó Liana, rompiendo el silencio mientras caminaban juntos.
Ares la miró sorprendido. No era común que los elfos hablaran de la Academia Mágica Suprema. Aunque sabía que la academia era un lugar donde los mejores magos humanos se entrenaban, él como humano sabía que nunca podría ser como los elfos. Ellos, con su magia más pura, parecían destinados a ser superiores en cualquier academia mágica.
—¿La Academia Mágica Suprema? —preguntó Ares, curioso—. Siempre escucho hablar de ella, pero nunca me han dicho nada sobre cómo funciona o qué se necesita para entrar.
Liana se detuvo y se giró hacia él, sus ojos brillando con una determinación que solo los elfos más sabios poseían.
—Es un lugar increíble —dijo, con una sonrisa—. Allí es donde los mejores magos del mundo humano se entrenan. Está en el país de los humanos, y solo aquellos con una magia excepcional pueden ingresar. Los elfos, como tú y yo, no tenemos tanta dificultad para ser aceptados porque nuestra magia es fuerte y natural. Pero los humanos... ellos tienen que demostrar algo mucho más grande.
Ares frunció el ceño, sintiendo una pequeña punzada de inseguridad. Aunque los elfos eran venerados por su magia, él era un humano viviendo entre ellos. No tenía el control natural que ellos tenían sobre su magia. Y los humanos, a pesar de su inteligencia, siempre eran vistos como inferiores en un mundo donde las razas mágicas dominaban.
—¿Y cómo funciona la academia? —preguntó Ares, intrigado.
—Cada alumno comienza en la Academia Mágica en el primer grado, pero si eres lo suficientemente talentoso, puedes ascender hasta el instituto supremo. —Liana continuó, observando cómo Ares absorbía la información—. Los estudiantes suben de grado a medida que demuestran sus habilidades y avanzan en el dominio de su magia. El nivel 100 es el más alto, y cuando llegas allí, es cuando puedes intentar entrar en el Instituto Supremo.
Ares asintió lentamente, entendiendo lo que Liana le estaba diciendo. Un objetivo tan grande parecía a la vez fascinante y aterrador. Pero había algo más en lo que pensaba.
—¿Y qué se necesita para llegar allí? —preguntó, aún con dudas.
Liana sonrió, casi como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Es simple —dijo, su voz cargada de convicción—. Necesitas ser el mago más fuerte. Y para eso, debes ser capaz de dominar tu magia al máximo. Tienes que ser disciplinado y mostrar que tienes lo que se necesita para avanzar. Todos los que llegamos a la academia empezamos como simples aprendices, pero aquellos con verdadero potencial suben de grado rápidamente.
Ares sintió una chispa de emoción en su pecho. El mago más fuerte. Ese sería su objetivo.
—Ser el mago más fuerte... —dijo, sus ojos brillando de determinación.
Liana asintió.
—Sí, Ares. Y yo creo que puedes hacerlo. Tienes algo que otros no tienen. Tu magia potenciadora es increíble, y el fuego azul... aunque todavía no lo controles completamente, tiene el poder de hacerte único. Si puedes dominar todo eso, nadie podrá detenerte.
Ares sonrió tímidamente, pero una parte de él aún sentía inseguridad. Sabía que su magia potenciadora era poderosa, pero su fuego azul seguía siendo un enigma. Algo que nadie había visto antes. No solo era difícil de controlar, sino que, a veces, parecía más un peligro que una bendición.
—¿Y qué pasa si no tengo magia como los elfos? —preguntó, recordando lo que sabía sobre los semi-humanos y los enanos. Esos seres eran despreciados por los humanos por carecer de magia.
Liana se detuvo, mirándolo fijamente con seriedad.
—El camino no será fácil, Ares. Los semi-humanos y los enanos siempre han sido despreciados por no tener magia elemental. Pero tu magia potenciadora es poderosa. Si logras controlar tu fuego azul, no importará lo que digan los demás. Tú serás un mago único, y no habrá quien pueda negarlo.
Ares se quedó en silencio, procesando sus palabras. Aunque la magia potenciadora de los enanos y la falta de control sobre el fuego azul parecían una desventaja, algo dentro de él le decía que podía lograrlo. El camino hacia la Academia Mágica Suprema sería difícil, pero ahora tenía un propósito claro.
—Entonces... ¿cuándo empiezo? —preguntó, con una sonrisa decidida.
Liana se rió suavemente.
—Con el primer paso. Empezarás en la Academia Mágica como todos los demás, pero para llegar al Instituto Supremo, necesitarás mucho más que talento. Necesitarás determinación, esfuerzo y, lo más importante, control sobre tus poderes. Si logras eso, serás el mago más fuerte.
Ares asintió, su mente llena de objetivos y su corazón palpitando con emoción. La Academia Mágica era solo el principio. Ahora sabía lo que quería lograr: ser el mago más fuerte, dominar su fuego azul y ganar el respeto que siempre había soñado. El camino no sería fácil, pero estaba listo para empezar.
—¡Voy a hacerlo! —exclamó, decidido.
Liana sonrió, viendo la determinación en los ojos de su amigo.
—Lo sé, Ares. Y yo estaré aquí para ayudarte en cada paso del camino.