Capítulo 4: Sombras del Pasado.

La tarde comenzaba a caer sobre la aldea élfica, el viento suave acariciaba las hojas de los árboles mientras Ares y su madre adoptiva, Elysia, caminaban juntos por los senderos cercanos a la casa que compartían. Aunque los elfos eran conocidos por su longevidad y sabiduría, Elysia tenía una paciencia especial con Ares, ayudándole a comprender su lugar en el mundo y la historia que lo rodeaba.

Ares había tenido muchas preguntas a lo largo de los años sobre su vida, su magia y el mundo que lo rodeaba. Hoy, sin embargo, tenía una inquietud que había estado rondando su mente durante algún tiempo.

—Madre... —dijo Ares, mirando al horizonte—. Siempre he escuchado historias sobre las guerras élficas. Pero nunca me han explicado realmente qué sucedió. ¿Por qué luchaban entre ellos?

Elysia lo miró, su expresión se tornó seria, como si una sombra del pasado la hubiera alcanzado por un momento.

—Es una historia larga, Ares. Las guerras élficas fueron una serie de enfrentamientos entre los elfos y otras razas, sobre todo con los enanos y los humanos. Aunque los elfos en su mayoría son conocidos por su sabiduría y su conexión con la naturaleza, no siempre fue así. Durante siglos, las tensiones entre las razas fueron creciendo.

Ares se detuvo y miró a Elysia, sus ojos llenos de curiosidad.

—¿Por qué? ¿Qué causó esas guerras?

Elysia suspiró, tomando una profunda bocanada de aire antes de continuar.

—Las guerras élficas no comenzaron por una sola razón. Fue un conflicto de intereses. Los enanos, por ejemplo, comenzaron a expandir sus territorios a lo largo de las montañas y el subsuelo, y chocaron con los territorios de los elfos. Mientras tanto, los humanos, que en ese entonces eran mucho menos poderosos en cuanto a magia, comenzaron a subir en poder y comenzaron a disputar el control de las tierras fértiles.

Ares asintió, tratando de comprender. Sabía que la historia entre los humanos y los elfos siempre había sido compleja, pero aún no lograba entender completamente la magnitud de los enfrentamientos.

—¿Y qué ocurrió entre los elfos y los enanos? —preguntó.

Elysia miró al suelo, como si las palabras le costaran un poco más de lo habitual.

—Los enanos son conocidos por su fortaleza y habilidades en la forja, pero su magia es mucho más limitada. Aunque algunos enanos nacían con magia potenciadora, nunca pudieron igualar la magia natural de los elfos. Esto creó una profunda rivalidad. Los elfos, que siempre habían sido los guardianes de la naturaleza, veían a los enanos como una amenaza para el equilibrio del mundo, mientras que los enanos sentían que los elfos eran arrogantes y no les daban el respeto que merecían.

Ares frunció el ceño al escuchar eso. Sabía que los enanos habían sido rechazados muchas veces por no tener magia elemental, y ahora entendía un poco mejor la raíz de esa hostilidad.

—Entonces, ¿los elfos lucharon contra los enanos? —preguntó, buscando más respuestas.

—Sí. Hubo varias batallas y enfrentamientos a lo largo de los siglos. Los elfos querían defender sus tierras y su magia, mientras que los enanos buscaban expandirse y encontrar nuevos recursos. Pero lo que realmente agravó todo fue la aparición de los humanos. Durante las guerras élficas, los humanos comenzaron a volverse más competentes con la magia, especialmente la magia de fuego y la magia de aire. Eso desequilibró las fuerzas en la región.

Ares reflexionó sobre lo que su madre decía. Sabía que los humanos habían ganado muchas batallas debido a su inteligencia y su capacidad para adaptarse. Pero también sabía que los elfos y otras razas mágicas siempre los habían visto como inferiores.

—¿Y qué ocurrió durante la Batalla de Richard? —preguntó Ares, sabiendo que ese era un momento crucial en la historia.

Elysia lo miró, sorprendida, pero luego asintió.

—La Batalla de Richard fue uno de los momentos más impactantes de las guerras. Richard, un joven mago humano, se convirtió en una leyenda después de derrotar a 100 elfos en un solo combate. Se decía que su magia era impresionante, y logró vencer a una pequeña tropa de élite elfa en su propia casa. Esta victoria fue un símbolo de la fuerza humana, y de cómo los humanos comenzaron a tomar un papel cada vez más relevante en el mundo.

Ares la miró con asombro. Esa historia le había impactado profundamente desde que la escuchó por primera vez. Richard, un humano, venciendo a elfos. Esa misma historia despertaba en Ares una profunda admiración por la fuerza y determinación que Richard había mostrado, algo que él mismo deseaba tener.

—Eso es increíble... —dijo Ares, con un brillo en los ojos—. Ese mago, Richard, debe haber sido muy fuerte.

Elysia asintió, con una mirada distante.

—Lo era. Pero esa batalla también fue el comienzo de una larga serie de eventos. La Batalla de Richard llevó a que muchos elfos reconsideraran su percepción sobre los humanos. Algunos incluso comenzaron a buscar alianzas con ellos, algo que, antes de esa victoria, habría sido impensable.

Ares pensó en ello, con el fuego azul ardiendo en su pecho. Richard había sido humano, y aunque su magia era muy diferente de la suya, Ares sentía una conexión con él. La fuerza de Richard, su valentía... Quería ser tan fuerte como él.

—¿Y qué pasó después? —preguntó, deseando saber más.

—Bueno, tras la Batalla de Richard, las cosas entre los elfos y los enanos empeoraron. Hubo varias otras batallas, como la Batalla de la Estampida, donde 1,000 enanos fueron emboscados por elfos en una montaña. Solo uno de ellos sobrevivió y fue capaz de dar batalla a 100 elfos antes de ser capturado. Este evento cambió la visión de muchos sobre los enanos. En lugar de ser considerados solo guerreros fuertes, comenzaron a verlos como personas valientes.

Elysia hizo una pausa, como si recordara algo muy antiguo.

—Después de la Batalla de la Estampida, los enanos fueron derrotados y se vieron obligados a replegarse en sus territorios. Con el tiempo, los enanos fueron divididos en dos países: uno, el Reino de los Enanos, donde los sobrevivientes intentaron reconstruir lo que había sido destruido, y otro, un territorio donde se permitió que todas las razas vivieran. Esta división marcó una época de paz relativa, aunque las tensiones seguían existiendo.

Ares asintió, procesando toda la información. Su mente corría con preguntas, pero también con determinación. La fuerza de esos eventos, las batallas que definieron el destino de las razas, le mostraban lo que debía hacer: ser fuerte, superar su fuego azul y luchar por un lugar en el mundo.

—¿Y los enanos? ¿Qué pasa con ellos ahora? —preguntó Ares, sintiendo la tristeza en las palabras de Elysia.

—Los enanos siguen viviendo en sus montañas, pero su reino ya no es lo que era. Son una raza orgullosa, pero muchos de ellos han sido desplazados por otras razas, como los humanos. Los elfos, aunque conservan sus territorios, nunca olvidaron las heridas de esas batallas.

Ares asintió lentamente, mirando al horizonte. Las guerras élficas lo habían cambiado todo. Y aunque su vida había sido tranquila hasta ahora, sabía que el mundo era mucho más grande, más complicado. Pero su determinación no iba a flaquear. Si algo le había enseñado todo esto, era que el poder no lo define tu raza, sino tu fuerza y voluntad.

—Voy a ser más fuerte. —dijo Ares, con firmeza.

Elysia sonrió, orgullosa de su hijo adoptivo.

—Lo sé, Ares. Y yo estaré a tu lado.