Capítulo 29 Frialdad en el corazón

La penúltima semana del segundo grado comenzó con un aire tenso en el grupo. Ares, antes cercano y risueño con Liana, ahora mantenía una expresión distante, fría. Sus palabras eran pocas, sus acciones mecánicas. Parecía que una parte de él se había encerrado tras un muro invisible, inquebrantable.

Dana intentó varias veces acercarse a él, pero sus respuestas eran cortantes. Liana también notó el cambio… y aunque quería hablar con él, algo la detenía. Quizás culpa. Quizás miedo.

Incluso Agust, que solía ser el más arrogante del grupo, se sorprendió por la nueva actitud de Ares. El chico criado por elfos ahora irradiaba una presencia intensa, como si llevara una tormenta dentro de sí. Y lo cierto era que sí: la rabia por lo que vio en la plaza seguía latente, y aunque no lo mostraba… ardía en su interior como el mismísimo fuego azul.

Durante un entrenamiento conjunto, Ares se enfrentó a tres gólems mágicos sin ayuda y los destruyó con movimientos precisos y fríos. Todos lo observaron con asombro. Ya no era el mismo de antes.

—Te estás pasando, Ares —le dijo Agust después, alzando una ceja—. Ya ni pareces tú.

Ares lo miró de reojo, sin emoción.

—Eso debería alegrarte, ¿no?

Agust frunció el ceño.

—¿Qué te pasa? ¿Esto es por Dana? ¿O por Liana? Decide ya a quién quieres, porque estás destrozando el equipo con esa actitud.

Esa frase lo sacudió.

Ares apretó los puños. No respondió de inmediato. Por primera vez en días, sus emociones reales se asomaron por su mirada. Confusión. Rabia. Dolor.

—Yo… no sé —susurró.

Y se marchó.

Detrás, Agust chasqueó la lengua.

—Idiota.

Desde lejos, Dana observaba la escena con el ceño fruncido. Liana también. Nadie decía nada, pero todos lo sabían: Ares estaba cambiando. Y el fuego azul… no era lo único que ardía dentro de él.