Zayn permaneció inmóvil mientras los sirvientes terminaban de vestirlo. Le abotonaron la chaqueta oscura, ajustaron los pines plateados en su cuello y enderezaron la pesada banda ceremonial sobre su pecho. El atuendo era rígido e incómodo, diseñado para impresionar, no para moverse con facilidad.
Lo odiaba.
Al otro lado de la habitación, Victoria giraba frente al espejo. Su vestido rojo se ajustaba a su cuerpo y brillaba en los bordes. Era atrevido, escotado y hecho para llamar la atención —y ella lo sabía. Sus labios estaban pintados de un rojo intenso, su cabello recogido en ondas perfectas. Parecía de la realeza y actuaba como si ya perteneciera a la cima.
—Pareces que vas a un funeral —bromeó ella, acercándose con una sonrisa burlona—. Relájate. Es una celebración.