Coalescido

Elmira estaba de pie frente al espejo de cuerpo entero, sus movimientos rápidos y precisos mientras aseguraba sus armas. El traje negro ajustado que llevaba se adhería a su figura. Sus pantalones ceñidos, equipados con múltiples cinturones ajustables y cremalleras metálicas, brillaban tenuemente bajo las luces fluorescentes. El grueso cinturón con múltiples hebillas en su cintura llevaba fundas para sus dagas y pistolas, que colocaba en su lugar con facilidad practicada. Pequeños cuchillos y otras herramientas desaparecían en las correas de sus muslos y pantorrillas.

—¿Ya está en movimiento? —preguntó Elmira.

En el centro de la habitación, uno de sus subordinados estaba encorvado sobre una laptop en una gran mesa de acero llena de un arsenal de armas y dispositivos de alta tecnología. El brillo de la pantalla se reflejaba en su rostro mientras tecleaba rápidamente.