Un Imbécil

Al día siguiente, Eira estaba en el campo de tiro, practicando su puntería. El aire fresco de la mañana llenaba sus pulmones mientras estabilizaba el rifle, cuyo peso le resultaba familiar pero a la vez extraño en sus manos. Cada tirón del gatillo resonaba en el espacioso salón. Tomó una respiración profunda, concentrándose en el objetivo distante colocado contra la pared del fondo. Sus dedos se tensaron alrededor de la empuñadura, los músculos se tensaron mientras alineaba la mira.

Parecía una eternidad desde que había sostenido un arma, y mucho menos apuntado a algo.

El clic del seguro al ser desactivado fue casi un susurro, pero en el silencio del campo de tiro, sonó fuerte. Eira exhaló lentamente, dejando que la tensión se disipara mientras apretaba el gatillo. El disparo sonó certero, la bala golpeando el centro del objetivo con una precisión satisfactoria.