Su Ajuste de Cuentas

Myra, ahora visiblemente temblorosa, agarró el brazo de Alan.

—¡Haz algo! ¡Detenla! —chilló, su voz quebrándose bajo el peso de su miedo.

Sin embargo, nadie se movió para obedecer las exigencias de Myra. En cambio, un grupo de hombres con trajes negros emergió de las sombras y rodeó el escenario. Su presencia no dejaba lugar a discusión—estos no eran personal de seguridad ordinario. Su postura era clara: estaban protegiendo a Ephyra, asegurándose de que nadie se acercara o interrumpiera lo que estaba ocurriendo.

Los murmullos entre la multitud crecieron, pero la presencia de los hombres creaba una barrera invisible que nadie se atrevía a cruzar. Ephyra, de pie en el centro de la tormenta, permanecía tranquila, su expresión serena mientras los invitados reaccionaban a su alrededor.