No de esta manera

El sol ni siquiera había salido por completo cuando Otoño se movió un poco. Estaba tendida junto a Kieran, en su cama, su cuerpo un mapa de marcas rojas y moretones oscuros... algunos de su dura vida, y otros de la noche anterior.

Debería haberse sentido un poco culpable, tal vez incluso arrepentido. Pero en cambio, sintió paz. Paz, y una baja y ardiente posesividad que no sabía que era capaz de sentir.

Otoño gimió mientras se giraba, las cuerdas y ataduras hacía tiempo desaparecidas pero el fantasma de ellas aún persistía porque se frotaba las muñecas, mientras sus ojos se abrían con dificultad. Su voz era ronca, del tipo matutino.

—Tienes suerte de que no te arrancara la garganta mientras dormías.

Kieran se rio, sin molestarse en apartar la mirada mientras ella ajustaba la sábana sobre su cuerpo expuesto.

—Lo intentaste. Varias veces. Fallaste, varias veces. Ese es el patrón, cariño.