Las puertas de la enfermería se cerraron tras Dax mientras se apresuraba a salir para comprobar el alboroto, dejando a Mango sola en el silencio con olor a sangre.
Pero en el momento en que el débil sonido de pasos que se alejaban desapareció por el pasillo, la expresión de Mango cambió. Su sonrisa juguetona desapareció, reemplazada por un ceño frío y sombrío.
Sus dedos se crisparon a sus costados, todavía vibrando con magia residual. El frío de la Llama Azul se aferraba a su piel.
Con una exhalación brusca, levantó la mano y trazó un símbolo irregular en el aire. La runa brilló carmesí antes de abrirse. Un pequeño portal ondulante, no más grande que su palma, suspendido entre dimensiones, apareció. Al otro lado, la oscuridad pulsaba, luego se solidificó en un rostro enmascarado. Las facciones estaban ocultas por sombras cambiantes, pero la voz que emergió era nítida... en cierta medida autoritaria.
—¡Cuánto tiempo sin verte, Mango! ¿Tienes noticias?