Elección

La respiración de Otoño se entrecortó, sus ojos fijos en la mano extendida hacia ella... oscura, tentadora, prometiendo libertad... definitivamente no reflexionó sobre el costo, pero tampoco se movió.

La voz de Kieran rugió detrás de ella una vez más.

—¡OTOÑO, CORRE! ¡CORRE, MALDITA SEA! —¡Su voz estaba desgarrada!

Pero ella no podía.

Sus pies se negaban a obedecer. Sus dedos temblaban, curvados contra sus costados. La escena se volvió borrosa mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

«¿Por qué no puedo moverme?», susurró para sí misma. «¿Por qué demonios no puedo moverme?»

Kieran, sangrando y magullado, dio un último grito desesperado y se lanzó hacia adelante hacia el hombre sombrío.

—¡NO! —gritó Otoño, finalmente encontrando su voz, pero parecía que era demasiado tarde... al menos para Kieran.

El hombre se volvió perezosamente, atrapando la embestida como si estuviera recogiendo una polilla del aire. La daga brillaba en su mano, resplandeciendo con energía antinatural.