—¡MIERDA! —Otoño golpeó su puño contra el tronco de un árbol. La corteza se salpicó bajo sus nudillos.
No le importaba que su piel se desgarrara. No le importaba que su cuerpo gritara de agotamiento. La rabia hervía en su pecho como magma, amenazando con quemar todo... su miedo, su vergüenza, su recuerdo de traición.
Pero justo cuando apretaba los dientes para gritar de nuevo, un sonido diferente rompió el silencio del bosque. Un sonido que no era el suyo.
Un gruñido.
Áspero. Masculino.
Seguido de risas... bajas, duras y muy cercanas.
Otoño se quedó inmóvil.
Su respiración se detuvo mientras se agachaba detrás de un tronco caído, con el corazón latiendo fuertemente.
Ya no estaba cerca del territorio Lunegra. Eso lo sabía.
Pero cuán lejos había corrido en su confusión de transformación y desamor... No tenía ni idea.
Aun así... esas voces... le decían todo lo que necesitaba saber. Había vivido lo suficientemente duro como para saber quiénes eran.