Alguien efectivamente confirmó que habían visto al Alfa Kieran hacia el Acantilado Oriental. Le dijeron a Mango que la patrulla estaba tratando de localizar y luego encontrar su ubicación exacta.
Pero Mango no esperó. Ella misma corrió hacia el Acantilado Este. Su respiración era entrecortada, el bulto de tela apretado tan fuertemente contra su pecho que sus dedos habían comenzado a doler. El viento aullaba a su alrededor, mordiendo su piel, pero apenas lo sentía... todo su cuerpo estaba encendido con urgencia.
Su respiración ardía en sus pulmones, sus brazos dolían por la tensión de sostener el bulto envuelto contra su pecho... se estaba volviendo cada vez más pesado.
Estaba a punto de rodear la última pendiente cuando casi chocó con una figura alta que emergía del bosque.
Retrocedió tambaleándose con un jadeo sobresaltado.
—¡Kieran!
—¿Mango?