Vera se apoyó contra la pared, con los brazos cruzados, sus ojos afilados taladrando a Dreck como si intentara abrirlo y leer lo que había dentro.
El silencio entre ellos se espesó, su respiración cortándolo como un látigo.
Finalmente, dio un aplauso lento y burlón.
—Vaya mierda, Dreck —dijo arrastrando las palabras—. Sobreviviste a una masacre de los Colmillos Sangrientos. No eres más que un pequeño bastardo con suerte.
Ella esbozó una dulce sonrisa, inclinando la cabeza.
—Entonces, Dreck... ¿cómo lograste salir con vida? El Alfa Velor no es precisamente conocido por su misericordia.
La mandíbula de Dreck se tensó.
—Suerte. Como mencionaste.
—¿Suerte? —se burló, poniendo los ojos en blanco—. Mentira. Ese bastardo despelleja a la gente viva. Así que o estás mintiendo, o tienes algún puto secreto que vale la pena conocer.
Él le lanzó una mirada fulminante.
—Déjalo, Vera.
Ella sonrió con suficiencia, estirando las piernas.