De vuelta en la cámara de Velor, era un caos total.
Otoño yacía pálida, como un fantasma, en la cama masiva del Alfa, su respiración era superficial y entrecortada mientras el sudor brillaba en su frente.
Estaba demasiado fría pero sudando profusamente.
Las gruesas sábanas debajo de ella ya estaban empapadas con sangre que se negaba a dejar de acumularse entre sus piernas. No había confusión de que estaba en medio de un aborto espontáneo.
Su estómago ondulaba como si algo dentro estuviera luchando por aire, por espacio, por vida. Su embarazo estaba en la etapa más temprana. Era demasiado pronto para movimientos fetales.
—¡Se nos escapa! —exclamó una de las brujas, con los brazos extendidos mientras intentaba dibujar un sigilo de contención en el aire—. Sujetadla... ¡su cuerpo está rechazando el hechizo de estasis!